QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS, ¡BUENOS
DÍAS Y BUEN AÑO!
Gonzalo
Castillo Fernández
Al inicio del nuevo año dirijo
a todos ustedes las felicitaciones de paz y de todo bien.
Mi deseo es el de la Iglesia, ¡es el deseo cristiano!
No está ligado al sentido un poco mágico
y un poco fatalista de un nuevo ciclo que inicia. Nosotros
sabemos que la historia tiene un centro: Jesucristo, encarnado,
muerto y resucitado, que está vivo entre nosotros;
y tiene un fin: el Reino de Dios, Reino de paz, de justicia,
de libertad en el amor; y tiene una fuerza que la mueve
hacia aquel fin, y la fuerza es el Espíritu Santo.
Todos nosotros tenemos al Espíritu Santo que hemos
recibido en el Bautismo. Y Él nos impulsa a ir hacia
adelante en el camino de la vida cristiana, en el camino
de la historia, hacia el Reino de Dios. Este Espíritu
es el poder del amor que ha fecundado el seno de la Virgen
María; y es el mismo que anima los proyectos y las
obras de todos los artífices de la paz.
Donde hay un hombre o una mujer constructores de paz allí está precisamente
el Espíritu Santo que los ayuda, los impulsa a construir
la paz.
Dos caminos que se cruzan hoy, fiesta de María
Santísima Madre de Dios y Jornada Mundial de la
Paz. Hace ocho días resonó el anuncio angélico: “Gloria
a Dios y paz a los hombres”; hoy lo acogemos nuevamente
de la Madre de Jesús, que «conservaba todas
estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc
2, 19), para hacer de él nuestro empeño en
el curso del año que se abre.
El tema de esta Jornada Mundial de la Paz es «Fraternidad,
fundamento y camino para la paz». Fraternidad. Siguiendo
las huellas de mis Predecesores, a partir de Pablo VI,
he desarrollado el tema en un Mensaje, ya difundido y que
hoy entrego a todos idealmente. En la base está la
convicción de que somos todos hijos del único
Padre celestial, formamos parte de la misma familia humana
y compartimos un destino común. De aquí deriva
para cada uno la responsabilidad de trabajar a fin de que
el mundo se convierta en una comunidad de hermanos que
se respetan, se aceptan en su diversidad y se cuidan recíprocamente.
También estamos llamados a darnos cuenta de las
violencias y de las injusticias presentes en tantas partes
del mundo y que no pueden dejarnos indiferentes e inmóviles:
se necesita el empeño de todos para construir una
sociedad verdaderamente más justa y solidaria.
Ayer recibí una carta de un señor, quizás
de uno de ustedes, que contándome una tragedia familiar,
sucesivamente listaba tantas tragedias y guerras hoy en
el mundo. Y me preguntaba: ¿Qué sucede hoy
en el mundo, que está llevando a hacer todo? Y decía,
en fin, es hora de detenerse. También yo creo que
nos hará bien detenernos en este camino de violencia
y buscar la paz.
Hermanos y hermanas, hago mías las palabras de
este hombre: ¿Qué sucede en el corazón
de los hombres? ¿Qué sucede en el corazón
de la humanidad? ¡Es hora detenerse!
Desde cada rincón de la tierra, hoy los creyentes
elevan su oración para pedir al Señor el
don de la paz y la capacidad de llevarla a cada ambiente.
Que en este primer día del año, el Señor
nos ayude a encaminarnos todos con más decisión
por los caminos de la justicia y de la paz. Comenzamos
en casa ¡eh! Justicia y paz en casa. Entre nosotros ¡eh!
Se comienza en casa y después se va adelante, a
toda la humanidad, pero debemos comenzar en casa.
Que el Espíritu Santo obre en los corazones, disuelva
las cerrazones y las durezas y nos conceda que nos enternezcamos
ante la debilidad del Niño Jesús. La paz,
en efecto, requiere la fuerza de la mansedumbre, la fuerza
no violenta de la verdad y del amor.
En las manos de María, Madre del Redentor, ponemos
con confianza filial nuestras esperanzas. A ella, que extiende
su maternidad a todos los hombres, encomendamos el grito
de paz de las poblaciones oprimidas por la guerra y por
la violencia, para que el coraje del diálogo y de
la reconciliación prevalezca sobre las tentaciones
de venganza, de prepotencia, de corrupción. A Ella
le pedimos que el Evangelio de la fraternidad, anunciado
y testimoniado por la Iglesia, hable a cada conciencia
y derrumbe los muros que impiden a los enemigos reconocerse
hermanos.
Palabras del Papa después del rezo del Ángelus
Después del rezo mariano del Ángelus, el
Obispo de Roma agradeció al Presidente de la República
Italiana los buenos deseos que le dirigió ayer por
la noche, durante su mensaje a la nación. El Papa
de corazón, ha invocado la bendición de Dios
sobre el pueblo italiano para que, con la contribución
responsable y solidaria de todos se pueda mirar al futuro
con confianza y esperanza. Luego, el Papa saludó con
gratitud las numerosas iniciativas de oración y
de compromiso con la paz que tienen lugar en todas las
partes del mundo con ocasión de la Jornada Mundial
de la Paz. Ha recordado, en particular, la Marcha Nacional,
que tuvo lugar ayer por la noche en Campobasso, organizado
por el CEI, Caritas y Pax Christi.
También saludó a los participantes del evento "Paz
en todas las tierras", promovido en Roma y en muchos
países por la Comunidad de San Egidio; así como
a las familias del Movimiento de Amor de la familia, que
han velado esta noche en la plaza de San Pedro. El Santo
Padre dirigió un cordial saludo a todos los peregrinos
presentes, a las familias, a los grupos de jóvenes.
Un pensamiento especial lo dedicó el Pontífice
a los "Cantores de la Estrella": los niños
y jóvenes que en Alemania y Austria llevan la bendición
de Jesús en los hogares y recoger las ofrendas para
los niños que carecen de las necesidades de lo necesario. ¡Gracias
por su compromiso!
El Papa deseó a todos un año de paz en la
gracia de Dios y con la protección maternal de María.