LA VIRGEN DE CONSOLACIÓN DE SUMAMPA O NUESTRA SEÑORA
DE SUMAMPA (SANTIAGO DEL ESTERO, ARGENTINA)
Venerada por
Iglesia católica
Templo
Santuario de Nuestra Señora de la Consolación
de Sumampa
Festividad
23 de noviembre
Patrona de
• Patrona de los transportistas - 1983
• Patrona del Pueblo de la Provincia de Santiago del
Estero - 1984
• Patrona de la Cultura de Santiago del Estero - 1995
• Patrona de los estancieros
• Patrona de la lluvia
• Madre de los humildes y desamparados
• Guardiana del Honor y la Dignidad Argentina
•
Patrona de las escuelas y la policía provinciales
de Santiago del Estero.
Fecha de la imagen
1630
Autor
Anónimo
Material
Arcilla cocida y pintada a mano
La Virgen de Consolación de Sumampa o Nuestra Señora
de Sumampa (Se llama Virgen de Consolación a la
imagen que representa a la madre de Dios en la tradición
cristiana, y que alude a ésta como defensora del
Apocalipsis como libro fundamental para el consuelo de
los cristianos); es una de las advocaciones con la que
se venera la figura de la Virgen María en el catolicismo.
Se la considera patrona del Pueblo de la Provincia de Santiago
del Estero (desde 1984), desde 1983 patrona de los transportistas
(por haber recorrido un largo camino desde Brasil hasta
Sumampa en diferentes medios de transporte, barco, carreta,
lomo de mula, etc.); patrona de la Cultura de Santiago
del Estero desde 1995; patrona de los estancieros (un estanciero
la trajo del Brasil), de la lluvia, Madre de los humildes
y desamparados, y patrona de las escuelas y la policía
provinciales. También es guardiana del Honor y la
Dignidad argentinas.
Su santuario se erige en un pequeño valle, rodeado de serranías
bajas, a 4 km del pueblo de Sumampa, perteneciente al Departamento Quebrachos,
distante 238 km. de la Ciudad de Santiago del Estero, capital de la provincia
homónima.
La imagen original es pequeña y sencilla,
de no más de 20 cm de altura, realizada en
arcilla cocida; está sentada sobre una banqueta
rudimentaria, que a su vez se asienta en un montículo
de piedra agregado posterior. La cara es bonita,
muy amplia la frente; la nariz recta, la boca delicada,
bien trazada la línea del mentón. Los
siglos le han impreso un tinte pálido, medio
amarillento, como de marfil viejo. El artista o más
bien el simple devoto aficionado, han logrado sin
pensarlo tal vez, un acierto feliz en un detalle
fácil, en los ojos le ha bastado una pincelada
tenue, una oblea diminuta y una curva para conseguir
una expresión. Su mirada es serena firme sin
dureza, transparente y diáfana como un cristal.
La toca blanca de La Virgen de Sumampa cubre su cabeza
ligeramente inclinada hacia su derecha, manteleta
o pañuelo grande que cae hasta poco más
abajo de los hombros. La túnica en la imagen
de Sumampa es roja de un rojo oscuro, semejante acaso
a la de las vírgenes de Judá, que en
los días festivos debía ser de púrpura
de Tiro. Un ceñidor dorado que se anidaba
a la cintura. El manto es azul oscuro asimismo, da
una amplia vuelta sobre las rodillas en forma de
cubrir todo lo rojo y aparece sembrado con unas hojas
sueltas, color oro viejo, que se juntan en grupo
de a tres, como se quisieran imitar la flor de lis.
Sobre las rodillas de la Señora duerme al
Niño Jesús, de pocos meses de edad,
los finos labios de la madre parecen haberse pegado
con la última estrofa de un dulce “arrorró” en
el preciso instante tras vago cabecear, dejando caer
el bracito izquierdo hacia adelante. Para recostar
a su hijo María ha tendido un pañal,
detalle este que por si solo sugiere un largo capítulo
de vigilias, de preocupaciones y de ternuras domésticas.
Reseña
La mayoría de los historiadores sostienen que la imagen
de Nuestra Señora llego a Sumampa hacia fines de junio
del año 1630. La Santa Imagen debió ser depositada
y venerada en la casa de Don Antonio Farías de Saá;
pero tan pronto fue posible, y terminadas las obras de la
pequeña capilla o ermita, se llevó allí la
imagen en una ceremonia extraordinaria de fervor y concurrencia.
El traslado tuvo lugar en los últimos días
del mes de noviembre de ese mismo año de su llegada.
Al acto del traslado no faltaría sin duda el primer
cura párroco de la región Don Juan de San Miguel
y Arévalo, quien al poco tiempo fijaría su
sede parroquial en este paraje, junto a la Capilla de Nuestra
Señora, por creerlo el sitio más conveniente
como centro de su misión de culto y fe.
Muy pronto también la santa imagen fue venerada con
el título de Nuestra Señora de la Consolación,
bien por una tradición o devoción familiar,
bien por empeño o decisión diocesana; ciertamente
la Virgen con su llegada había traído a
estas tierras consuelo, gozo y paz.
Seguramente data de esos primeros comienzos del culto,
y recordando la entronización de la Santa imagen en
la ermita, la celebración de las fiestas patronales
en el mes de noviembre.
La novena patronal comienza el día 11 de noviembre
y concluye el día 19; los días 20, 21 y 22
se realiza un triduo solemne preparatorio y el día
de la fiesta patronal en honor a nuestra Señora de
la Consolación de Sumampa es el 23 de noviembre.
Coronación Canónica
El 21 de noviembre de 2009 se realizó la coronación
pontificia de la imagen de Nuestra Señora de la Consolación
de Sumampa, en la provincia de Santiago del Estero, Argentina.
El encuentro ocurrió en el santuario Histórico
Nacional, localizado a cinco kilómetros de la ciudad
de Sumampa.
La eucaristía fue presidida por el nuncio apostólico
en el país en aquel momento, Mons. Adriano Bernardini,
y concelebrada por el obispo de Santiago del Estero, Mons.
Francisco Polti y el obispo auxiliar, Mons. Ariel Torrado
Mosconi.
Después de la bendición de las dos coronas,
que fueron hechas con material donado por la comunidad sumampeña,
fue coronado el hijo y, en seguida, a la Virgen ante una
multitud que saludó con paños y banderas erguidas
aquel momento histórico.
Una vez coronadas las dos imágenes, los devotos cantaron
una serenata en homenaje a la Virgen y marcharon, iluminando
el camino con antorchas y lanzando pétalos de rosa
hasta llegar a un altar donde la imagen permaneció hasta
ayer, fecha de la fiesta de la patrona y de la procesión.
La corona colocada a la Virgen fue bendecida por el Papa
Benedicto XVI, en el marco de la Visita ad limina que los
obispos de Santiago del Estero, Mons. Francisco Polti,
y su auxiliar, Mons. Ariel Torrado Mosconi, hicieron en
mayo
de 2007.
Historia
Encargo y viaje
El origen de la advocación se remonta a 1630. Don
Antonio Farías Sáa, un hacendado portugués
radicado en Sumampa (actual provincia de Santiago del Estero,
Argentina), quiso erigir en su estancia una capilla en honor
de la Virgen. Solicitó a un compatriota suyo, residente
en Pernambuco, Brasil, el envío de una imagen de la
Inmaculada Concepción de María. Para una mejor
elección, su amigo le envió dos imágenes.
En el mes de marzo de 1630, las imágenes de la Virgen
llegaron al puerto de Buenos Aires procedentes de San Pablo
en un navío denominado "San Andrés" y
luego, acondicionadas en sendos cajones, fueron colocadas
en una carreta.
Luego de tres días de viaje, la caravana a la cual
se incorporó la carreta, hizo un alto a 5 leguas de
la actual ciudad de Luján, en el paraje de Zelaya,
para pernoctar en la Estancia de Don Rosendo de Trigueros.
Al día siguiente, ya dispuestos a continuar la marcha,
los bueyes no consiguieron mover la carreta. Después
de intentos fallidos, bajaron uno de los cajones y los bueyes
iniciaron la marcha sin dificultad. Intrigados por el contenido
del cajón, encontraron al abrirlo, una imagen pequeña
(38 cm de altura) de arcilla cocida que representaba la Inmaculada
Concepción. Los creyentes interpretaron el hecho como
providencial, y entregaron la imagen para su custodia a don
Rosendo de Oramas, el dueño de la casa ubicada en
la actual localidad de Zelaya, del partido del Pilar, a 50
km del actual emplazamiento del santuario.
La segunda imagen, que representaba a María con el
niño en sus brazos, llegó a destino a fines
de Junio de 1630 y a fines de noviembre es colocada por fin
en su capilla o ermita (un humilde rancho construido con
piedras, cal, barro y techo de paja) para entonces finalizada.
Las fiestas patronales de noviembre recuerdan este hecho
de la inauguración de la capilla.
En el año 1670 con gran solemnidad se abre a los fieles
de María Santísima, llamada entonces Nuestra
Señora de Consolación, porque con la llegada
la Santa Virgen trajo a estas tierras el consuelo, el gozo
y la paz. "En el sitio de la Capilla hay paredes de
barro y cal el techo de tejería y tejas con dos puertas
de tablas, con sus herraduras; dentro de ellas tres altares,
el altar mayor un dosel de colchas y cielo raso verde y sobre
el altar un tabernáculo de madera, todo pintado al óleo,
y dentro la imagen de Nuestra Señora de la Consolación,
un sagrario y un sagrario de plata, dos campanas buenas y
una quebrada. Todo el ornato de esta iglesia es dado de limosna
de los que van a la romería de dicho Santuario".
Es una descripción detallada del templo del Cura de
Sumampa Pbro. Diego de Corbalán en el año 1692.
El Santuario
El Santuario construido por mano de obra indígena
fue refaccionado en numerosas oportunidades y reconstruido
por lo menos en 1782 únicamente nos consta que este
año estaba arruinado y en estado de no poderse celebrar
en él sino lo permitiera la necesidad y no haber otro
recurso para el socorro espiritual de los fieles. Los fieles
desean en gran manera la reedificación de dicho templo
y ofrecen gustosos sus limosnas para ello ya por conservar
la memoria de su antigüedad.
La fachada modificada en el trascurso del siglo IXX se levanta
a ras con el tejado del techo que es en su totalidad de tejas,
molduras muy simples que a maneras de jambas y dinteles contornean
las aberturas, son reforzadas con guardapolvos curvos sobre
las puertas.
El sencillo interior se compone de una sola nave de veintiséis
varas y medio de largo y seis varas y media de ancho, el
coro alto de tablazón y barandilla de madera, del
ancho de la iglesia todo bien tratado, el altar mayor con
nicho en la pared donde está el Sagrario y arriba
el nicho de madera de Nuestra Señora de la Consolación.
La agreste tierra santiagueña conserva muy pocos restos
de su pasado colonial. Un terreno suelto, salitroso y las
periódicas inundaciones que tornan dificultosos mantener
en buen estado las construcciones, y el temblor que en 1817
derrumbo casas y templos, han hecho del Santuario del Nuestra
Señora de la Consolación el único edificio
en pie del periodo virreinal en toda la Provincia de Santiago
del Estero.
El Santuario de Sumampa fue declarado Monumento Histórico
Provincial por Decreto/Acuerdo “A Nº11? del 18-VIII-1972
y declarado Monumento Histórico Nacional por Decreto-Ley
Nº 1180 del 12-XI-1973, como un testimonio de alta valoración
histórica, arquitectónica, religiosa y cultural.
La Leyenda de Ntra. Sra. de la Consolación
de Molina de Segura
La fábula nos dice que unos labradores,
o bañistas, ¿quién sabe?, la encontraron
apoyada en la piedra que hay en medio del río. Sacáronla
y la depositaron, con toda devoción, en el viejo templo
parroquial, aquel que se edificó sobre la Mezquita
a un lado de la plaza central del hisn Mulina mora, (nunca
hins Mola) lugar desde donde la duma o reunión de
ancianos, gobernaba la fortaleza. Más, a la mañana
siguiente cuando fueron a verla las buenas gentes de la villa
se encontraron con que había desaparecido. Desconcertados
volvieron al río, y en su ribera estaba la imagen.
Pensaron en una broma de mal gusto. Volvieron a trasladarla al templo donde fue
contemplada, con una cierta admiración, por los molinenses. Unos con yelmo,
espada, lanza y ballesta, otros con azada, arado y perro pastor. Las mujeres
con sus tocas y refajos de colores. Los niños con sus pies descalzos.
Pasó la noche y al día siguiente la imagen había vuelto
a desaparecer y a encontrarse en las riberas del río. Justo en el mismo
sitio. El párroco y los feligreses entendieron que aquello significaba
que la Virgen quería allí una ermita para su devoción. Aquellas
buenas gentes, se pusieron manos a la obra nunca mejor dicho y levantaron la
que podemos considerar primera ermita.
En cuanto a la aparición de la imagen la leyenda puede apoyarse y hasta
sostenerse, con una cierta credibilidad si tenemos en cuenta que a lo largo del
siglo XV el enfrentamiento con los musulmanes fue frecuente, y además,
Molina participo en ellos de una manera intensa, tanto con don Juan Manuel, como
después y por más tiempo, con los Fajardo. Lo cierto es que no
hay rastro de la posible antigüedad de la imagen, excepción de su
talla, que, desgraciadamente para el arte, más que para la religión,
fue quemada en 1936. Las fotografías que quedan, así como la hechura
que Bernabé Gil imitó y que restauró, en 1993, José Hernández
Navarro, hablan de los siglos XIV y XV.
Antonio de los Reyes García www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,373,m,1096&r=ReP-15852-DETALLE_REPORTAJES