El intercambio de regalos en
las fiestas navideñas no es una costumbre
cristiana. Se trata de una costumbre pagana que
fue absorbida por la Iglesia. Tampoco tiene sentido
atribuir esta tradición al hecho bíblico
de la entrega de regalos que hicieron los Reyes
Magos al niño Jesús. ¿Qué
curiosos personajes debieron ser estos Reyes Magos
que observaron la Estrella de Belén? ¿Realmente
fueron Reyes? ¿Y dónde se dice que
fueran tres?
¿Quiénes
eran?
Si contamos con escasas pruebas en el caso
de la Natividad, aún menos son las que se refieren
a los Reyes Magos. No existe en la Biblia ninguna referencia
que nos permita explicar con seguridad quiénes fueron
estos misteriosos personajes.
De
hecho, sólo en el Evangelio de San Mateo se
cita a los tres Magos:
“Cuando
Jesús nació en Belén de Judea
en días del rey Herodes, vinieron del oriente
a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde
está el rey de los judíos, que ha
nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente
y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes
se turbó, y toda Jerusalén con él.
Y convocados todos los principales sacerdotes, y
los escribas del pueblo, les preguntó dónde
había de nacer el Cristo. [...] Entonces
Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó
de ellos diligentemente el tiempo de la aparición
de la estrella; y enviándolos a Belén
[...] Ellos, habiendo oído al rey, se fueron;
[...] Y al entrar en la casa, vieron al niño
con su madre María, y postrándose
lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron
presentes: oro, incienso y mirra. Pero siendo avisados
por revelación en sueños que no volviesen
a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.”
(Mateo
2, 1-12).
No hay nada más. La tradición
y la secuela que han dejado los Reyes Magos parecen no tener
otro lugar de partida más que este fragmento. Con
esto en mente, la primera y más evidente conclusión
que extraemos es el hecho de que no se menciona cuántos
fueron ni mucho menos que fueran Reyes. Solamente se habla
de magos.
El término mago procede del griego,
magoi. Un magoi significa un matemático, astrónomo
y astrólogo. Por entonces la Astrología y
la Astronomía no estaban separadas, como hoy felizmente
lo están, de manera que se creía que los designios
humanos podían conocerse si se estudiaban cuidadosamente
las estrellas. Si tomamos en cuenta esta traducción
y las citas de Mateo podemos considerar a los Reyes Magos
como hábiles observadores del cielo.
El título de monarcas no tiene base sostenible y
procede de una cita del teólogo y abogado cartaginés
Tertuliano (160-220) basándose en el siguiente texto
del Salmo Proverbio para Salomón:
“Los reyes de Tarsis y de las costas
traerán presentes; los reyes de Sabá y de
Seba ofrecerán dones.” (Salmo 72, 10)
Tertuliano afirmó que los magos debían
ser Reyes que procedieran de Oriente y en los
siglos siguientes la visión monárquica
de estos magos se fue imponiendo hasta llegar
a nuestros días.
Por otra parte el número de Reyes Magos
tampoco se cita con exactitud. En distintas representaciones
iconográficas realizadas en templos durante
los siglos III y IV d.C. aparecen dos, tres y
hasta cuatro magos. Otras fuentes cristianas (sirias
y armenias) pensaron en doce Reyes al relacionarlos
con las doce tribus de Israel o con los doce apóstoles.
Los cristianos egipcios creían que eran
sesenta. En el siglo tercero, el teólogo
Orígenes (185-253) indicó que los
Reyes Magos eran tres. Al fin y al cabo son tres
los regalos que se nombran en el Evangelio de
San Mateo: oro, incienso y mirra. En el sirio
y apócrifo Evangelio de la Infancia se
dice que eran tres hijos de Reyes y además
adoradores del fuego y de las estrellas lo cual
al menos nos deja con cierta confianza al entender
que algo sabrían de Astronomía…
¿De
dónde procedían?
Tradicionalmente se considera que eran
babilonios, entre otras cosas por algunos puntos en común
con el pueblo judío y porque el resto de Israel estaba
rodeado por el Imperio Romano. Pero, como en cualquier aspecto
que se quiera abordar de estos temas, surgen contradicciones.
Muchos investigadores los consideran originarios de Persia
(el actual Irán) partiendo de la base de que muchas
leyendas que contiene hoy en día la Navidad proceden
de costumbres anteriores al cristianismo. Por ejemplo los
sacerdotes persas del siglo V y VI a.C. también le
ofrecían a su dios (Ahura-Mazda) oro, incienso y
mirra. Un escritor español, Clemente Aurelio Prudencio,
los situó en Persia; al igual que se cita en el Protoevangelio
de Santiago (Evangelio Apócrifo). No debe considerarse
Persia una idea alocada ya que está al este de Israel,
a unos 1800 kilómetros, el doble de la distancia
que separa Jerusalén de Babilonia.
Algunas
pinturas afianzan también esta posición.
Una de las más famosas es la existente en
un mosaico situado en la iglesia de San Apolinar
el Nuevo, en Rávena (Italia). En ella encontramos
a los tres reyes (obsérvese que no hay ningún
rey de piel oscura) con una indumentaria persa compuesta
por capa y gorros frigios, característicos
por su punta inclinada hacia delante. Por cierto
que también aquí aparecen por primera
vez sus nombres, pero esto es otra historia...
Por último
otras leyendas con cierto contenido histórico
dicen que los persas, al invadir Jerusalén
a principios del siglo séptimo, no cometieron
ningún sacrilegio en la iglesia de la Natividad
porque allí encontraron una inscripción
con la Adoración de los Reyes Magos, y al
ver a estos con un vestido similar al suyo declinaron
atacar el templo. Marco Polo, por su parte, también
escribió que cuando visitó la ciudad
iraní de Saveh, sus habitantes le aseguraron
que era el lugar originario de los Reyes Magos e
incluso que aún se hallaban allí sus
cuerpos incorruptos. Se dice que estos restos están
repartidos hoy en día entre dos ciudades
europeas; pero esto, también es otra historia...
En este punto, sin embargo, podríamos
pensar en un detalle: apenas existía una cultura
astronómica persa mientras que la tradición
astronómica en Babilonia tuvo sus orígenes
en el tercer milenio antes de Cristo. Los babilonios fueron
casi los primeros en realizar observaciones astronómicas
precisas destacando entre sus logros la división
del día en 24 horas (hacia el tercer milenio a.C.);
el cálculo de la duración media entre dos
fases lunares (siglo III a.C.); la periodicidad de los eclipses
solares o Ciclo de Saros (s. III a.C.); etc. Además
dieron nombres a muchas constelaciones, algunos de los cuales
(los que corresponden a las constelaciones zodiacales) seguimos
usando actualmente con las lógicas modificaciones
lingüísticas.
Si los Reyes Magos hubieran sido persas,
una estrella más o menos no sería motivo para
alarmarles, pero siendo babilonios (o procedentes de Babilonia)
no sólo se alarmarían si vieran un acontecimiento
astronómico importante sino que también contaríamos
con la baza de que sabrían discernir entre algo común
y cotidiano y algo verdaderamente destacable.
Existen algunas opiniones que sitúan
a Persia como país de origen de los Reyes Magos pero
sin ocultar su procedencia babilónica. Como quiera
que Babilonia invadió vorazmente Jerusalén
seis siglos antes de Cristo y se llevó muchísimos
judíos como prisioneros, (hasta tal punto que siglos
después los judíos formaron una buena parte
de la población babilónica), el origen babilónico
de los magos no sería más que el reducto de
su verdadera ascendencia judía y de ahí su
interés por la aparición de un Mesías
que reinaría en su pueblo. ¿Rebuscada hipótesis
en un mar de hipótesis? Es posible, pero no nos queda
otro remedio que navegar en un mar de incertidumbre. Ojalá
algún día el tiempo nos arroje resultados
válidos.
¿Qué
vieron en el cielo?
Partiendo de las referencias bíblicas
de las que disponemos, lo único que podemos saber
acerca de lo que vieron los Reyes Magos es lo contenido
en el Evangelio de San Mateo, en ningún otro se hace
referencia a la Estrella de Belén. En concreto:
“(...) ¿Dónde
está el rey de los judíos, que ha nacido?
Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos
a adorarle. (...)[...] Entonces Herodes, llamando en secreto
a los magos, indagó de ellos diligentemente el
tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos
a Belén (...) Ellos [los reyes] habiendo oído
al rey [Herodes], se fueron; y he aquí la estrella
que habían visto en el oriente iba delante de ellos,
hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.”
La única cita en los evangelios
contenidos en la Biblia es ésta. Pero en el Protoevangelio
de Santiago se indica algo curioso. Herodes pregunta a los
Reyes Magos sobre la estrella, los monarcas contestan:
“Una estrella indescriptiblemente
grande apareció de entre estas estrellas y las
deslumbró de tal manera que ya no lucían
y así supimos que un Rey había nacido en
Israel.”
Es ineludible que con tan pocas y escuetas
referencias bíblicas no tengamos más remedio
que empezar buscando más información, citas,
comentarios o gráficos en un tiempo relativamente
próximo al nacimiento de Jesús. Por ejemplo,
pasemos a una referencia de uno de los discípulos
de los apóstoles: San Ignacio de Antioquia. En una
de sus epístolas (siglo I) San Ignacio hizo una referencia
a la estrella de Belén en los siguientes términos:
“...un astro brillaba en el
cielo más que todos los restantes, su situación
era inexplicable, y su novedad causaba asombro. Los demás
astros, junto con el Sol y la Luna, formaban un coro en
torno a este nuevo astro, que los superaba a todos por
su resplandor. La gente se preguntaba de dónde
vendría este nuevo objeto, diferente de todos los
demás.”
A pesar de la
exageración, lo que quiera que fuese debió
ser realmente espectacular.
El teólogo Orígenes comentó
en el siglo III:
“...yo
creo que la estrella que apareció en Oriente
era de una especie nueva y que no tenía
nada en común con las estrellas que vemos
en el firmamento o en las órbitas inferiores,
sino que, más bien, estaba próxima
a la naturaleza de los cometas... He aquí
pruebas de mi opinión: se ha podido observar
que en los grandes acontecimientos y en los grandes
cambios que han ocurrido sobre la Tierra han aparecido
astros de este tipo que presagiaban: revoluciones
en el Imperio, guerras u otros accidentes capaces
de trastornar el mundo... Así pues, si
es cierto que se vieron aparecer cometas o algún
otro astro de esta misma naturaleza con ocasión
del establecimiento de alguna nueva monarquía,
o en el transcurso de algún cambio importante
en los asuntos humanos, no debemos extrañarnos
de que haya aparecido una nueva estrella con ocasión
del nacimiento de una persona que iba a originar
un cambio tan radical entre los hombres.”
Quizás esto no sea una información
de utilidad pero es indudable que Orígenes, como
respondiendo a su nombre, es de los primeros en preguntarse
por el "origen" de la estrella de Belén.
Pero es muy poco. Se vio en oriente, se movió, era
la más brillante de todas las estrellas, pudo tratarse
de un cometa... Poca información tenemos pero ¿falta
alguna estrella de Belén en algún Pesebre?
¿Fue una invención? ¿Existió
en realidad? ¿Cuánto tiene de leyenda? ¿Qué
pudo ser lo que se observó en Belén? Es preciso
explorar más para ahondar en lo que pudo o no pudo
ser la Estrella de Belén.