PAPÁ NOEL, UN SANTO
TURCO TUNEADO POR LA COCA COLA
PGL
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Diciembre 2013
La
apariencia física de Papá Noel ha pasado
del severo y enjuto obispo turco San Nicolás
al bonachón y regordete Santa Claus que
hoy todos reconocemos.
La figura de San Nicolás llegó a
Estados Unidos de la mano de los colonos holandeses
y su nombre – Santa Claus – deriva de la
denominación holandesa ‘Sinterklaas’.
San Nicolás fue un santo católico
que vivió en Asia Menor entre los siglos III
y IV y que llegó a ser obispo de Myra, en Turquía.
Durante esta etapa combatió el arrianismo y
la herejía arriana y fue conocido por su trato
candoroso hacia los niños, a los que cada navidad
agasajaba con regalos que él mismo confeccionaba.
La fama del santo se extendió después
de su muerte y no sólo en Constantinopla, donde
había 25 templos bajo su advocación.
Pronto se extendería por Grecia, Rusia – donde
se convertiría en el santo nacional – y
todas las iglesias de Oriente influenciadas por
el Imperio Bizantino.
Occidente empezó a ser impregnado
por la fama de San Nicolás a través de
Alemania y a raíz del matrimonio del emperador
Otto II con la princesa bizantina Theofania en el año
972. Un siglo después sus restos eran robados
de la catedral de Myra y llegaban a la ciudad italiana
de Bari – desde entonces San Nicolás de
Bari –, que se rendía inmediatamente
al influjo del santo.
Entre
todos los países occidentales fue Holanda el que más
importancia le dio a la figura de San Nicolás y en
el siglo XIII lo convirtió en patrón de Amsterdam.
Esto se debe probablemente al carácter viajero y comerciante
de los holandeses, que sin duda les permitió conocer
las muchas leyendas que corrían en torno al santo
en los países orientales. Además, San Nicolás
estaba considerado como el protector de los navegantes y
los holandeses eran uno de los pueblos más aventajados
del mundo en esta técnica.
En Holanda el nombre de San Nicolás ha sido popularizado
como Sinterklaas y ya en la Edad Media se le atribuían
cualidades propias del actual Papá Noel, como la
de recorrer la ciudad de tejado en tejado para conocer
el comportamiento de cada cual y hacerle el regalo más
adecuado, principalmente a los niños, su gran debilidad,
si bien la fecha en la que lo hacía era originariamente
el 6 de diciembre. La costumbre holandesa era que el regalo,
camuflado originalmente, fuese acompañado de un
verso o coplilla que hiciese referencia a alguna característica
del regalado – al que supuestamente San Nicolás
conocía bien –, ya fuese un amor reciente
o un defectillo habitual, que además debía
ser leído en público para el disfrute de
sus allegados.
Fueron los primeros colonos holandeses
quienes trasladaron el mito de San Nicolás a Estados
Unidos y en la ciudad de Nueva Amsterdam – futura
Nueva York – erigieron una estatua al santo por haberles
protegido durante la travesía. Por entonces la iconografía
del personaje correspondía a un hombre alto y barbudo
ataviado como un obispo y muy alejado de la imagen actual,
puesto que era enjuto y severo y no había rastro
de aquella expresión colorada y bonachona con la
que sería conocido después.
Fue
precisamente en Estados Unidos donde esta apariencia
empezaría a cambiar.
El primero en despojar al obispo turco de su severidad
fue el escritor Washington Irving, que en su sátira ‘Historia
de Nueva York según Knikerbocker’ pinta
a San Nicolás como un personaje alegre y generoso,
que fuma en pipa, viste amplios calzones y vuela
en un trineo tirado por caballos blancos. Ni rastro
de la túnica, ni de la frugalidad, ni de su
condición de obispo, rasgos que Irving intuía
que no iban a encajar en Nueva York como lo había
hecho en la puritana Holanda. El personaje iba a
ser popularizado por obra de la pluma de Irving y
del uso común del personaje, el nombre holandés
de Sinterklaas evolucionaría hacia el de Santa
Claus, con el que sería conocido en Estados
Unidos.
A partir de entonces, distintos artistas y escritores
van añadiendo al personaje sus rasgos característicos,
influyendo entre todos ellos el poema que el profesor Clement
C. Moore publica en el diario neoyorkino ‘Sentinel’ y
en el que los caballos son sustituidos por renos, los zuecos
holandeses por calcetines colgados de la chimenea y la
fecha de su aparición ya no es el 6 de diciembre
sino el 24, justo en la vigilia de la Navidad.
Con la llegada de Washington Irving a Londres – donde
vivirá aún dos décadas – y la
irrupción de Charles Dickens con sus Cuentos de
Navidad, el siglo XIX británico vive una revitalización
de las tradiciones navideñas que le permite recuperar
un viejo personaje de larga tradición conocido como ‘Father
Christmas’, que al propagarse a Francia ya en plena
simbiosis física con el Santa Claus americano, se
convierte en Père Noël o Papá Noel,
nombre con el que llegará también a España.
La apariencia actual de Papá Noel con su bata roja
de bordes blancos y su gorro de Navidad a juego y ese aspecto
bonachón y regordete se la debemos a la publicidad
y en concreto a la Coca Cola, que en 1931 lanzó una
campaña que fijó para siempre la iconografía
del personaje. El aspecto final de Santa Claus se basó en
los dibujos del ilustrador alemán Thomas Nast, que
entre 1863 y 1886 había realizado una serie de dibujos
del personaje muy parecidos a los actuales.
Habdon Sundblom, encargado de la campaña de Coca
Cola, tomó un modelo humano para darle rostro al
personaje, un vendedor jubilado llamado Lou Prentice, al
que dotó de una altura y una gordura mucho mayor
que la de los personajes de Nast, aunque suavizada por
unos rasgos cálidos y simpáticos que inspiraban
bonhomía. La campaña fue un completo éxito
y logró que la imagen pacífica y conciliadora
de Santa Claus fuese identificada con la marca durante
muchos años.