Manuel Romero
Castillo
Sevilla, 13 de noviembre de 2015
INTRODUCCIÓN
Si consultamos el martiriológico romano encontramos
que existen varios santos con el mismo nombre. La diferencia
de unos respecto a otros fue el cargo y la procedencia geográfica.
En este artículo nos centramos en la vida del santo
militar de Bizancio y no de Sebaste1 ni
del obispo de Amida2 , ni del monje
eremita de Kavsokalivia3.
Etimológicamente el nombre Acacio proviene del griego
y significa “aquél que no tiene malicia”.
Existen otras grafías para escribir este nombre: Agacio,
Agato, Agatho o Agario. También se puede encontrar
latinizado: achativus.
La tradición cristiana ha reconocido la importancia
de este santo varón. Su hagiografía se relaciona
con los diez mil mártires y con San Mauricio, otro
correligionario de sufrimientos.
Agato
nació en la región
de Capadocia (actual Turquía) en el siglo III
en el seno de una familia romana acomodada. Su vida
transcurrió afablemente hasta que ingresó en
el ejército para servir a Roma.
Teodoro Urquiza relata que Agato llegó al
grado de centurión bajo los emperadores
Adriano (117-138) y Antonio (138-161). Fue designado
para aplastar las
rebeliones que se estaban produciendo en tierras
de Armenia y se dirigió a la zona con nueve
mil soldados, pero a pesar de sus numerosos efectivos
fueron
vencidos. El centurión sintió vergüenza
y se retiró a un lugar apartado donde recibió la
visita del ángel prometiéndole la
victoria sin invocaban al verdadero Dios y no a
sus dioses paganos.
Cuando cumplió con la exigencia ganaron.
Después
de la victoria, el ángel condujo a San Acadio
y a los nueve mil al monte Ararat donde, durante
treinta días, se dedicaron a la vida contemplativa
y se alimentaron del maná del cielo. Pero,
al enterarse de esto el emperador Adriano envió a
siete reyes paganos a fin de que convencieran a
los convertidos y renegaran de su fe4.
Al no convertirse fueron denunciados y sentenciados
a morir para dar ejemplo a los demás soldados
y evitar que la población de Armenia se convirtiese
al cristianismo al ver los ejemplos de los soldados.
La tortura a la que sometieron a Agato fue coronarlo de
espinas, imitando así a Jesucristo en su Pasión.
La autoridad romana que sentenció al santo varón
también tomó de los relatos el azotarlo para
que sirviese de ejemplo a la población. Los azotes
en vez de con los látigos y fustas empleados por
los ejércitos romanos de la época fueron
trenzas de acacias, árboles espinosos muy duros
que le marcó el cuerpo. De aquí procede el
nombre con el que se conoce a este mártir varón.
Los soldados que lo acompañaron sufrieron la misma
suerte. A pesar de las inmundas torturas todos seguían
aclamando a Dios por encima de todo.
Las autoridades deseosas de erradicar los canticos de alabanza
que realizaban mandaron lapidarlos. Sin embargo, a pesar
de los certeros tiros de los lanzadores ni una piedra los
rozó, milagrosamente regresaron a las manos de quienes
las habían lanzado. Ante estos prodigios otros mil
soldados decidieron convertirse al cristianismo. Ante estos
acontecimientos mandaron que fueran decapitados, empalados
o quemados con tal que muriesen de una vez por todas. Y
murieron crucificados unos, decapitados otros.
Diferentes pintores como por ejemplo Alberto Durero o Vittore
Carpaccio en el siglo XVI5 han realizado obras donde se
ven las torturas a las que sometieron a los diez mil mártires
para que muriesen.
ICONOGRAFÍA DE SAN
ACACIO
La hagiografía del santo varón
no pasó inadvertida por los pintores italianos
del siglo XIV.
Apreciamos el pequeño formato del cuadro6 pues
formaba parte de un retablo miniado dedicado al santo.
Aparte de pinturas nos han llegado también diferentes esculturas. La
primera de Italia. Como se aprecia el santo es un efebo con traje militar y
una pose bastante que muestra su juventud y belleza masculina en equilibrio
con la profesión militar que tenía.
Escultura romana7
Dentro de la estatuaria podemos encontrar tres variantes
del santo varón:
La primera,
con su armadura de soldado o de caballero,
con espada
y crucifijo.
La segunda
de soldado cristiano con una
rama de acacia
(se le puede añadir
la corona de espinas)
La tercera es siendo
martirizado colectivamente. Como se ha
dicho Durero
y Carpaccio realizaron
sendas pinturas alusivas.
DÍA RECONOCIDO
Tras ser reconocido como mártir cristiano pasó a
engrosar la lista de santos que no renegaron de su fe en
Jesucristo durante la época de la persecución
de cristianos.
A pesar de no existir una fecha clara de su muerte quedó fija
el día 8 de mayo en el santoral romano.
RELIQUIAS
Encontramos que la taumaturgia del santo varón tiene
fines muy concretos. Por un lado, era invocado para que
protegiese a los agonizantes; por otro lado, para proteger
a los que forman parte de las milicias, fue un santo que
estuvo muy presente entre los varones que iban a cumplir
con las obligaciones.
Encontramos diversos centros religiosos que poseen sus
santas reliquias. En Roma, Colonia, Praga, Bolonia, Lisboa8 y Aviñon.
También las encontramos en suelo español
en la cordobesa localidad de Montemayor. Como relata Pablo
Moyano la veneración al santo procede de las reliquias
que desde el siglo XVI, 1517, posee la localidad gracias
a un clérigo que las consiguió de Roma9.
A partir de este año empieza a ofrecerse culto en
su sede parroquial y a tener una fiesta propia que se fue
engrandeciendo hasta que es propuesto para que en 1634
sea nombrado patrón oficial de la localidad10.
LOAS Y DANZAS
El culto que se rinde al santo bizantino tiene como nexo
dos formas muy concretas de expresar el pueblo la fe
en su devoto protector. Así la “loa” es
un poema/himno que versa sobre el poder taumatúrgico
y que tiene como raíz los salmos bíblicos
de acción de gracias a Dios.
La danza es una manifestación gozosa del pueblo
creyente que manifiesta de forma abierta su alegría
por tener como protector a San Acacio, por ello, realizan
una coreografía exclusiva y con una indumentaria
exclusiva. La base de estas danzas provienen de la antigüedad
cuando se festejaba el haber vencido al enemigo.
En el pueblo de Utande11 en Guadalajara el día 20
de junio tienen lugar las “danzas de paloteo”,
que son tradicionales desde el siglo XIII. La danza se
inscribe dentro de un complejo ritual pues no sucede únicamente
la danza sino que hay otras actividades antes que culminan
en la danza. En primer lugar se produce un Auto Sacramental,
es decir,
una pieza de teatro religioso, más en concreto una
clase de drama litúrgico, de estructura alegórica
y por lo general en un acto, con tema de la eucaristía,
por ello, se representaba el día del Corpus Christi
desde el siglo XVI hasta el XVIII en que fue prohibido.
En Utande el motivo es la disputa entre el bien (representado
por un ángel), un gracioso y el mal (botarga: representa
al diablo).
En segundo lugar se produce la “loa” un himno
exclusivo donde se ponen en verso rimado la vida del santo
y se resalta su taumaturgia. Jesús del Castillo
ha recogido todo el acto12:
Pues mire usted caballero, / habrá de saber / que
San Acacio Bendito / es muy hermoso en extremo, / sabe
hacer grandes milagros / que a un devoto de este pueblo
/ estando de gravedad / le puso al instante bueno, / y
otros “muchísimos” milagros
/ que por ser tarde no cuento.
Adiós Acacio Glorioso / adiós estrella de
guía / échanos la bendición
/ a todos los de esta villa13.
Después de la representación se
produce la danza con una particular indumentaria:
los danzantes visten enaguas dobles blancas,
un colorido pañuelo anudado a la cintura,
cintas de color rojo atadas a la altura de los
codos, varias cintas de colores sobre la espalda
y una banda que cruza el pecho que hace alusión
a la que porta el Santo. Llevan medias de color
blanco, y zapatillas del mismo color decoradas
con unas escarapelas. Para la danza utilizan
palos largos de mimbre y castañuelas adornadas
con madroños.
En Montemayor se produce el mismo evento y con los mismos
pasos a seguir. En esta localidad la “loa” es
un himno que se le canta en su festividad:
Santo
mártir y general
de las milicias de Dios,
líbranos de todo mal,
Acacio gran protector,
líbranos de todo mal,
Acacio gran protector.
De entre nubes refulgentes,
salió el ángel soberano
que iluminó vuestra frente,
con la señal del cristiano,
que iluminó vuestra frente,
con la señal del cristiano14.
Otras localidades españolas donde es patrón
es Fuembellida de Guadalajara y en Torreblacos (Soria).
Italia encontramos que es patrono de los municipios calabreses
de Squillace y Guardavalle.
También hubo santuarios en otras épocas
en los que se le rindió culto al santo, como por
ejemplo la iglesia-santuario de Karia en Constantinopla
levantada por Constantino el Grande.
CULTO EN ESPAÑA
En la localidad conquense de Pajares se celebra cada
día 22 de junio las fiestas populares en honor
a su santo protector. La fiesta ha sido analizada por
Enrique Buendía15, pajareño que ha realizado
un lúdico artículo sobre las partes de
la fiesta.
El santo es protector de todos los mozos que iban/van
al servicio militar. La tradición – según
cuenta Buendía – procede desde 1942 cuando
los antepasados iban obligados al servicio militar con
miedo de no volver, por eso realizaban una oración
específica pidiendo protección y amor:
A San Acacio bendito
le pido con ilusión
que cuando de la mili vuelva,
ella me dé su corazón.
Aparte de esta sencilla oración de forma tradicional
se le fue dejando dinero por “caridad”, también
se bendicen unas roscas elaboradas especialmente para
esta festividad.
CULTO EN AMÉRICA
En el actual estado de Colorado en Estados Unidos encontramos
una ciudad dedicada al santo varón que fue fundada
en 1853.
Dado que el santo era un guerrero era usual que fuese
invocado cuando se iba a entrar en combate, así lo
hicieron los primeros pobladores indios tras conocer
la leyenda del santo español por medio de los
bocetos y charlas que recibían de los curas que
acompañaban a los españoles en la conquista
del territorio americano recién descubierto.
En el año de 1589 los jesuitas
depositaron en la iglesia de San Roque varios relicarios,
el décimo era el que portaba las reliquias
de un hueso de la mano del santo varón, en
Relación del solemne recibimiento que se hizo
en Lisboa a las santas reliquias que se llevaron
a la yglesia de San Roque, de la Compañía
de Jesús a 25 de enero de 1588, imprenta de
Juan Yñiguez de Lequerica, 1589.
MOYANO LLAMAS,
Pablo, Montemayor retazos de Historia, Excmo. Ayto.
de Montemayor,
Córdoba, 1994, p. 6. Se relata que fue D. Antonio Aranda, prior de la
Iglesia de Jaén y beneficiado de la parroquial de Montemayor quien fue
a Roma para traerlas personalmente, también obtuvo la bula papal correspondiente.
MOYANO
LLAMAS, Pablo, “Raíces de un patronazgo (San Acacio)”,
en Crónica de Córdoba y sus pueblos, Vol. II, Córdoba,
1991, p. 155.