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Un nuevo capítulo en la historia de Albuñuelas

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. Alteraciones andaluzas. Narcea, 1973. Reedición con (Introducción de Adela Tarifa Fernández) Colección Educación XXI nº 10. Consejería de Educación y Ciencia. Sevilla, 1999.

El último gran maestro de historiadores


Don. Antonio Domínguez Ortiz

Antonio Domínguez Ortiz nació en Sevilla en 1909 y se podría considerar como el último de los grandes historiadores humanistas, de esos que en una conferencia eran capaces de repasar, entre la síntesis didáctica y el rigor, toda la Historia de España.
Así lo demostró en su último libro, España. Tres milenios de Historia (Marcial Pons, Biblioteca Clásica), que él consideraba como su testamento literario.

Era además un maestro de historiadores, de la estirpe de grandes mitos como Ramón Carande, porque se le consideraba una referencia fundamental y porque nunca se escondía tras los legajos históricos para evitar involucrarse en su tiempo.

Sabía que hay que mirar atrás y aprender del pasado para entender el presente. De sobra son conocidos sus argumentos reveladores sobre la concepción de nación, así como su lucha contra los historiadores

nacionalistas o aldeanistas, como él mismo los denominaba, y los que reinventan la Historia según sus propios intereses políticos.

Sobre Andalucía tenía interesantes teorías contra los que defendían que en Al Andalus se vivía mejor o aquellos que pasaban de «Boabdil a Blas Infante, como si nada hubiera ocurrido en medio», según relató en alguna ocasión.

La Andalucía de Domínguez Ortiz era la Andalucía tartésica y romana, la bética, pero también la del imperio del siglo XVI y la fastuosa y decadente del XVII.

La lucidez hasta el final de este sabio le llevó a reunir varias decenas de obras fundamentales en cualquier bibliografía básica sobre Historia Moderna y centenares de artículos.

Entre sus libros de referencia se podrían destacar Decadencia y crisis en la España de los Austrias, La clase social de los conversos, La sociedad española en el siglo XVII, Sevilla. Orto y ocaso y, por supuesto, su testamento literario, una hazaña que sólo se puede emprender con varias décadas de trabajo, España. Tres milenios de Historia.

Como tanto sabio ilustre en España, a Antonio Domínguez Ortiz le tocó vivir la paradoja de ser maestro de historiadores sin llegar nunca a dar clases en la Universidad.

Por diversas circunstancias, sólo pudo impartir su magisterio en Secundaria, como hizo en el Instituto Beatriz Galindo de Madrid, a pesar de que «ha sido una referencia fundamental para todos los universitarios», como ayer reflexionaba el amigo e historiador de la Universidad de Sevilla Rafael Sánchez Mantero.

Más cosas

ESPECIALISTA. Como gran conocedor de los Austrias y los primeros Borbones, Domínguez Ortiz era uno de los historiadores que más claramente han explicado el gran tema debatido por los especialistas de la Edad Moderna, la decadencia de España. Era un libro viviente, una biblioteca andante y varios siglos de memoria en una vida.

OBRA. La desaparición de la figura fundamental de este sevillano ha suscitado todo tipo de reacciones en el mundo académico, donde su obra era considerada de referencia. Obras como Decadencia y crisis en la España de los Austria o La sociedad española en el siglo XVII, Sevilla. Orto y ocaso son definidas como parte de la bibliografía fundamental para el análisis de la Historia Moderna en España. A su familia han llegado condolencias de toda España y todas las universidades europeas.

SEVILLA. Sentía un gran aprecio por ella. En los últimos años la había visitado para recrear la Sevilla de Carlos V, en el quinto centenario del emperador, y las bodas reales celebradas en el Alcázar con Isabel de Portugal; la visita de Felipe II o las tertulias humanísticas en la Sevilla de Velázquez.

Varias décadas reflexionando sobre la decadencia española

A Domínguez Ortiz la gloria le llegó con edad avanzada, después de pasar muchas horas entre legajos y reflexionando sobre el devenir de la decadencia española.
Tenía premios como la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales o el Menéndez Pidal de Investigación Humanística, además de las medallas de Oro de Sevilla, de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo o de la Fundación Rodríguez Acosta y doctor honoris causa por varias universidades.

El pasado octubre se le tributaba el que ha sido su último homenaje y al que asistió el presidente del Gobierno, José María Aznar. Fue un acto en la Academia de la Historia, de la que era miembro.

Pero más allá de los galardones, que ya le amenazaban con esa intuición de luto que a veces tienen los reconocimientos, Domínguez Ortiz estaba en los libros. Eso sí, siempre que podía se escapaba de su residencia en Granada para acudir a conferencias, congresos y debates.

Era todo un lujo verlo y oírlo en una charla con su sorprendente voz de hombre maduro, una voz grave y limpia que chocaba cuando se conocía su edad. Por eso, el pasado 14 de enero, cuando todos esperaban su voz diáfana y sus reflexiones sobre la Sevilla del siglo XVI, fue un golpe saber que no estaría en su querida ciudad natal, adonde acudía con cualquier excusa.

Eva Díaz Pérez

Manuel Romero Castillo
Albuñuelas, 2005

 

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