DON JOSÉ MALDONADO
FERRER PRONUNCIARÁ EL XXV PREGÓN DE SEMANA
SANTA DE PADUL
José Antonio
Alguacil Villena
Padul, enero 2013
Don
José Maldonado Ferrer ha sido
designado por la Federación de Asociaciones de
Hermandades y Cofradías de Padul, como encargado
de pronunciar el XXV Pregón de la Semana Santa
Paduleña.
Para los
jóvenes paduleños, es una persona
poco conocida, ya que por su trabajo primero y
por su vida familiar después, se ha visto obligado
a ausentarse de nuestro pueblo. No obstante, lejos
de olvidarse de Padul, sigue pasando largas temporadas
aquí.
Para los
que no somos tan jóvenes, me vienen
a la memoria sus padres, Don José Maldonado
y Doña Ana Ferrer, los cuales desarrollaron
su trabajo como maestros en su pueblo, ya que son
paduleños.
Don José Maldonado
Ferrer conocido, por su familia
y los amigos que tiene en
su pueblo, como Pepe Maldonado, tuvo la educación
que le dieron sus padres, destacando la formación
cristiana que recibió de estos y, como
no, de su tío
Antonio Ferrer que era
sacerdote.
Les dejo,
tras esta breve introducción, con lo que Don José Maldonado,
o Pepe, como a él le gusta que le llamen,
nos ha escrito sobre sus recuerdos y vivencias en Padul.
Mis vivencias:
“Las primeras
procesiones del Viernes Santo, aunque no las recuerde,
debí presenciarlas en brazos de alguien. Vivía
con mis padres en Béznar, pero veníamos al
Padul con frecuencia sobre todo en verano y Semana Santa
a pesar de que 17 kilómetros eran todo un viaje.
Padul era para mí como una casa enorme en la que
las de mis abuelos y demás familiares eran como
elementos suyos. En Béznar vivíamos felices,
pero mis padres siempre soñaban con volver definitivamente
a su pueblo.
En Semana Santa las vacaciones
siempre sabían a
poco, porque eran cortas y muy completas. Empezaba disfrutando
de la procesión de las Palmas y, antes de darme
cuenta, después de haber madrugado para ver la de
los Júas, al volver a casa, veía que ya estaban
haciendo las maletas.
Los días de Semana Santa, aunque algunos años
hacía frío, ya olían a primavera.
La Pasión se vivía en el ambiente, en las
casas y en la iglesia. La procesión del Viernes
Santo tenía un protagonismo total pues, aparte su
organización, rara era la casa en la que no había
un penitente, un soldado romano o una mantilla. La calle
olía a cera caliente de los faroles. Las casas,
a aceite también caliente de freír las tortas
de masa.
Aunque cada año la procesión impresionaba
como si fuera la primera vez, siempre revivía las
anteriores. De las imágenes que desfilan cada uno
tiene sus preferencias, pero yo no digo la mía,
aunque me quedo con la Cruz, aquella cruz entrañable
y aparentemente pobre y solitaria que cerraba la procesión
y con esta de ahora restaurada que es la misma.
Lo que no podría olvidar nunca, aunque quisiera,
aquel aplauso primero que en la iglesia me sorprendió,
cuando el sacerdote, en latín, entonando el Gloria,
sin yo esperarlo, anunció que el Señor había
resucitado.”