Veintidós años consolando
a Granada... Llenando de paz y de amor esta tierra que
desde aquel glorioso 19 de enero de 1991 ya no puede
vivir sin el amparo de su Sagrada Protectora. Gracias Madre,
un año más celebramos este Aniversario
con la alegría de sabernos tus hijos, de estar
a tu lado y de recibir cada día y de tus manos
tantos favores y tantos dones.
Han pasado 22 años desde que Don Fernando
Sebastián, Arzobispo Coadjutor de Granada,
derramara sobre tu Excelsa Imagen el agua bendita
y te impusiera la corona de Reina que tus Hijos de
tu Hermandad habían labrado en plata para
Ti. Tu Hijo te esperaba desde 1520, con la alegría
de poder contemplarte, pues bien sabía que
el 26 de noviembre de 1990 llegaría a Granada
y a su Monasterio Franciscano del Santo Ángel,
la más bella flor que llenaría de color
esta Tierra de María Santísima.
Tu Hermandad te esperaba, tus hijos ansiosos contaban
los minutos para poder verte, pues desde noviembre
sabían que estabas aquí, custodiada
y cuidada con amor por tus Religiosas Clarisas
Franciscanas del Santo Ángel Custodio, quienes
serían desde entonces tus camareras perpetuas.
Sólo unos poquitos tuvieron el privilegio
de ir a recogerte a Sevilla, tu tierra natal, desde
donde viniste custodiada por el amor y la protección
de aquéllos que nos trajeron a Granada la
salud de nuestras almas, en aquella larga procesión
que cruzó Andalucía para traerte
a la tierra de la que serías para siempre
Madre y Protectora. Qué momento tan hermoso
para la historia de Granada cuando aquella madrugada
del 26 de noviembre salió el sol en la calle
San Antón, cuando tus hijos te descubrieron
en el zaguán del Monasterio y toda la Comunidad
Clarisa te recibía cantándote la
Salve y repicando las campanas, pues había
llegado a su casa, por fin, la Reina y Abadesa
del Santo Ángel Custodio, la Señora
del Lunes Santo, laMadre del Sagrado Protector
de Granada y el Amparo de nuestros corazones.
Lágrimas en los ojos de aquellos hermanos que
estaban escribiendo una página de oro para la
Semana Santa de Granada. Tras la Salve entraste con honores
de Reina y descansaste en la Sala Capitular del Monasterio,
donde tus Hijas Clarisas te confeccionaron y vistieron
con tus primeras enaguas. Pasaban los días lentamente
y la Hermandad se preparaba para vivir uno de los momentos
más hermosos de toda su historia, tu solemne bendición.
El 19 de enero llegó, y con él, el culmen
de tantos anhelos. El presbiterio del Santo Ángel
lleno de flores estaba presidido por la Imagen más
bella del mundo, una gran Reina vestida impecable por
su escultor Antonio Joaquín Dubé de Luque,
pero una Reina sin corona, que a los pies de su Hijo
nos miraba y nos decía "Haced lo que Él
os diga", que nos invitaba a la conversión
y a vivir en la fe de Jesucristo, su Hijo, Señor
de nuestras vidas. Una gran celebración eucarística
convocada por María una vez más, y presidida
por el Arzobispo Coadjutor de Granada, en la que éste
derramaría sobre la hermosa Imagen el agua bendita
para que pudiese recibir la veneración y el culto
debido. Las gotas de rocío del cielo se derramaron
sobre el manto y sobre las manos de aquella Imagen que
desde entonces y ya para siempre es y será LA
CONSOLACIÓN DE GRANADA. Muchas lágrimas
se derramaron en aquel momento junto al agua bendita,
y es que Madre sólo hay una... Cómo no
iban a llorar tus hijos Señora, si nos das la
vida con sólo mirarte, si el poder tocarte es
tocar el mismo cielo, si el poder besarte es besar la
obra más perfecta e inmaculada de Dios, si el
poder rezarte es poder hablar con el mismo Dios a través
de su Madre. ¡Bendita y alabada sea la hora en
que llegaste a Granada para ser honrada y venerada! ¡Benditas
sean las manos de aquél siervo de Dios que derramó sobre
tu Imagen el agua de la vida! ¡Y bendito sea aquel
hijo tuyo que, contemplándote ya aquí en
la tierra, quiso que bajaras del cielo para quedarte
en Granada!
Tras
la solemne bendición, llego la imposición
de corona. Tu humildad fue premiada en el Cielo con
corona de Reina, la que aquí quisieron labrar
en plata y sobredorar los hermanos del Santo Cristo
de San Agustín para coronarte y reconocerte
como Reina, como Madre y Señora Nuestra de
la Consolación, como Madre de toda la Iglesia
y como modelo perfecto al que aspiramos a ser. Don
Fernando colocó sobre tus purísimas
sienes la corona de amores con la que cada Lunes
Santo vas a visitar a tu pueblo. Momento de recogimiento,
de reflexión y contemplación del Misterio
de Cristo en María, que quiso que todas las
generaciones La llamaran Bienaventurada. Una de las
celebraciones más solemnes y hermosas que
ha vivido la Semana Santa de Granada, y que quedó para
siempre escrita en páginas de oro, y grabada
a fuego en el corazón de los hermanos que
presenciaron el acto y asistieron a dicha Eucaristía.