CRÓNICA DEL
VIERNES SANTO EN ALHAURÍN EL GRANDE. SILENCIO, SOLEDAD Y
SEPULTURA
Secretaría
Cofradía de la Santa Vera Cruz
Alhaurín el Grande, abril 2009
La
primera luna llena de la primavera, testigo fiel cada Viernes
Santo de la Crucifixión, Muerte y Entierro de Cristo.
Alhaurín enmudecía
nuevamente la noche del Viernes Santo. Cristo camina hacia
el Calvario, mientras un arrepentido Judas intenta evitar
lo que estaba escrito. En su fracaso, desespera y acaba con
su vida al ver que su traición se ha consumado y que
su Maestro iba a morir aquella misma tarde de Nisán.
"Ven a mí Satanás...
te entrego mi alma, llévame a tus infiernos..."
Los dos ladrones que preceden a Cristo,
se niegan a ser crucificados. Se resisten, pero obligados por unos
romanos más crueles que nunca, llegan al Monte Calvario de
la Plaza del Convento, y son elevados en sus cruces. Jesús,
viene de camino.
Cristo se encuentra con su Madre por
última vez. María destrozada por el sufrimiento de
su hijo, corre en su búsqueda como si pudiera quitarle la
cruz que lleva a cuestas.
En un último esfuerzo Jesús
avanza unos pasos pero cae al llegar al Gólgota. Despojado
de sus vestiduras, es clavado al madero y levantado ante la multitud.
Multitud que enmudecía en una calle Convento abarrotada de
espectadores. La imagen sobrecoge el alma cuando es alzado en el
Calvario.
En el final de su agonía, pide a su Padre que perdone a sus
ejecutores, es reconocido como Dios por uno de los ladrones, hace
de su Madre María, la Madre de toda la humanidad, tiembla
ante el abandono y se pregunta por qué, tiene sed de amor
y encomienda su espíritu a Dios Todopoderoso para que se
cumplieran las siete palabras en la Cruz antes de expirar y morir.
Descendido de la cruz, la campana
del Convento redobla a muerte, la calle oscurece. El Santo Sepulcro
sale del interior de la ermita. Flanqueado por los cuatro evangelistas,
el silencio se hace de nuevo.
Todo es respeto. La procesión
oficial de la Semana Santa alhaurina, baja la Calle Convento. Un
resplandor ilumina la puerta de la ermita. María Santísima
de la Soledad de luto riguroso y con corona de espinas entre sus
manos, reina en la Plaza como Madre de todos los creyentes. Sencillez
y belleza incomparable se unen sobre su trono de plata para acompañar
el féretro de su Hijo. Suena la Marcha Fúnebre, más
vacía y más perfecta que nunca.
Cristo ha muerto, Alhaurín
el Grande lo sabe y le rinde honores con el silencio de sus calles.