LA
IMAGEN DE LA VIRGEN DE MONTSERRAT EN LA VILLA DE SAN ANDRÉS
Y SAUCES
José Guillermo Rodríguez Escudero
San Andrés y Sauces, abril 2008
La
proyección atlántica de la región de
Andalucía propició la presencia en el Archipiélago
canario de un extenso catálogo de imaginería
procedente de – sobre todo – Sevilla. Como importante
cabeza del comercio indiano, la ciudad hispalense se había
erigido en el segundo puerto más influyente del Imperio
de Carlos V. Curiosamente fue tercero el de la ciudad de
Santa Cruz de La Palma. Además, Sevilla se había
configurado desde mediados del Quinientos como un activo
foco artístico en el que confluyeron enseñanzas
flamencas e italianas.
Aún
en Canarias se conservan – afortunadamente - numerosas
y valiosas muestras de cada uno de los momentos por los que
pasó la escuela hispalense de imaginería, incluso
de aquellas etapas en las que aún aquélla no
estaba del todo definida.
Excepcional ejemplo lo encontramos en
la pequeña imagen de Nuestra Señora de Las Nieves,
Patrona de La Palma. La imagen mariana más antiguas de las
que se veneran en Canarias está trabajada en barro cocido
policromado y su estilo coincide con el de los escultores flamencos
o franceses que laboraban en Sevilla, datándose con anterioridad
a la conquista de la Isla, en 1493. Como algunos investigadores
suponen – entre ellos el profesor Hernández Perera
- habría salido de obradores sevillanos del siglo XV junto
con la antigua efigie de la Virgen de Candelaria, Patrona de Tenerife,
desaparecida en el aluvión que destruyó el convento
dominico en 1826. Más clara parece la filiación de
la Virgen del Pino, Patrona de Gran Canaria, atribuida a Jorge
Fernández, como escribiera Hernández Díaz.
Otro ejemplo digno de mencionar es la
bellísima talla de Santa Águeda, olvidada Patrona
de Santa Cruz de La Palma, llegada de Sevilla en 1574 y atribuida
a un discípulo de Vázquez el Viejo, Jerónimo
Hernández. Precisamente al círculo de aquel maestro,
Vázquez, se ha adscrito la imagen de Nuestra Señora
de Montserrat del término municipal de la Villa de San Andrés
y Sauces.
Uno de los conquistadores de La Palma
y de los primeros regidores que formaron el primer cabildo de la
isla en 1495 fue Marcos Roberto de Montserrat. Era cuñado
de Pedro Benavent, un rico mercader catalán que había
recibido del Adelantado Alonso Fernández de Lugo, en premio
a los servicios prestados durante la conquista, la mitad de tierras
y aguas del río de Los Sauces para construir un ingenio.
Era el miembro más famoso de la estirpe de los Benavent,
de la baja nobleza de Barcelona, que operaban en el delta del Guadalquivir
desde finales del siglo XV. Marcos Roberto y Gabriel de Socarrás
fueron los apoderados de Pedro Benavent y eran quienes administraban
todas sus propiedades en La Palma. El rico tarraconense fundó en
1513 la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat en Los Sauces,
a fin de atender las necesidades espirituales de los dueños
y operarios del ingenio de azúcar. Marcos fue el encargado
de seguir las obras de subida de agua, para lo cual trajo como
director a un tal Cordero. De ambos personajes toman el nombre
los famosos manantiales conocidos popularmente como “Marcos
y Cordero”.
Pérez Morera nos informa de que “como
símbolo emblemático de Cataluña, el culto
a la Virgen de Montserrat se halla vinculado a la expansión
comercial y cultural de los catalanes, como iconográficamente
expresivo de su identidad cultural”. Así, capillas,
oratorios e iglesias fueron fundados en todos aquellos lugares
donde la influencia catalana fue manifiesta. Ejemplo de ello lo
dio Gabriel de Socarrás, quien fundó la magnífica
capilla de la Virgen de Montserrat en la iglesia de San Francisco
de Asís de la capital palmera, una de las primeras obras
renacentistas levantadas en Canarias y cuya techumbre cupuliforme
constituye un ejemplo único. Digno de destacar es su arco
labrado con bello grutesco a lo romano, como ningún otro
en el Archipiélago. La imagen – de principios del
XVI - se halla actualmente entronizada en el espléndido
retablo de San Nicolás de Bari.
Hasta finales del siglo XVII, la iglesia
de Los Sauces había estado presidida por el gran cuadro
flamenco de la Virgen de Montserrat, o de La Montaña, colgado
actualmente en el baptisterio. Fue encargado a Flandes por los
dueños del heredamiento de los catalanes. La pintura está atribuida
a Pierre Pourbus el Viejo y llegó a La Palma por la mediación
de Tomás Van de Walle de Cervellón, mayordomo del
templo desde 1590. Este caballero adquirió el heredamiento
en 1588 – cuyo ingenio producía azúcar con
destino a los Países Bajos – con el patronazgo del
templo de Montserrat.
Delante del enorme cuadro de altar – uno
de los legados flamencos más importantes que aún
se conservan en Canarias – y sobre el sagrario, recibía
la veneración del pueblo la escultura de la Virgen de Montserrat,
una bella efigie en madera policromada del siglo XVI. En la actual
fábrica parroquial – inaugurada en su conjunto el
27 de abril de 1968, onomástica de la Virgen – la
talla mariana se hallaba en el testero de la capilla mayor sobre
una gran ménsula triangular y, más tarde, en la hornacina
central del nuevo retablo. Los dos angelitos que aserraban una
montaña bajo sus pies (símbolo iconográfico
de la Patrona de Cataluña) lamentablemente no se conservan
ya.
Sin entrar a valorar en lo que parecen
escasos valores artísticos y arquitectónicos de la
nueva construcción, esta edificación supuso la culminación
del sueño que el grupo dominante del municipio transmitió a
los ciudadanos. Además de llevar aparejada la desaparición
de la antigua fábrica del siglo XVI también se tradujo – como
recogen en su obra Batista Medina y Hernández López
en su trabajo sobre la Villa – “en la destrucción
y práctica desaparición de sus altares, retablos,
cantería e incluso de parte de su imaginería, algunas
de cuyas piezas pudieron ser recuperadas en los años setenta”.
Un lamentable error.
Al igual
que esta imagen de la Virgen, como vimos, las estrechas relaciones
comerciales que el heredamiento
de los catalanes mantuvo con el delta del Guadalquivir, justifican
la llegada de otras piezas obradas en los talleres hispalenses
del siglo XVI. El profesor Pérez Morera nos informa de que “este
origen podemos asignar a la Virgen con el niño existente
en la iglesia de Los Sauces, que abandona el hierático patrón
medieval de la imagen anterior – refiriéndose a la
venerada en San Francisco – para presentarnos una escena
plena de ternura y poesía”. El propio investigador
continúa su estudio catalogándola prudentemente como
una escultura del círculo de Juan Bautista Vázquez
El Viejo, avecindado en Sevilla desde 1557 hasta su muerte en 1589.
Se le ha considerado como el iniciador de la escuela de imaginería
sevillana. El estudioso palmero continúa su trabajo afirmando
que dicha talla viene a ser una versión del modelo mariano
impuesto por el escultor abulense, “caracterizado por el
candor virginal y el íntimo coloquio que mantiene la Madre
con su Hijo”. Ciertamente, sus analogías con figuras
del maestro se pueden comprobar con la Virgen de las Fiebres del
templo parroquial de La Magdalena de Sevilla (1560-1570). Pérez
Morera asegura que una copia exacta de nuestra imagen se encuentra
en Puerto Rico, concretamente en el Seminario de San Juan, su capital.
Una obra del círculo o taller de Vázquez El Viejo – según
Hernández Díaz- sugestionada por los temas del gran
maestro, “su reposo apacible, el misticismo lírico
de la expresión, el modelado suave, los ropajes de aires
clasicistas, envolviendo la figura con gracia y belleza y, en fin,
el idealismo de las formas apuntan, sin duda, a la estatuaria sevillana
bajorrenacentista del último tercio del siglo XVI”.
La preciosa talla de Nuestra Señora
de Montserrat – cuya onomástica se celebra con gran
fervor cada 27 de abril y cuyas fiestas de septiembre convocan
a sauceros de dentro y fuera de la isla – se entroniza
en unas magníficas andas de baldaquino de columnas salomónicas
doradas y rojas y con bella decoración pictórica
en su techo. Se le coloca una gran mandorla o sol que la nimba
por completo y es transportada majestuosa y delicadamente a hombros
por las calles de la Villa. Se la arropa con uno de los mantos
de las grandes festividades (tiene varios de diversos colores:
blanco, verde…) en el que se le cuelgan las numerosas joyas
que un orgulloso pueblo devoto le ha regalado como ofrendas por
los favores recibidos a través de los tiempos.
BIBLIOGRAFÍA:
BATISTA MEDINA, José Antonio;
HERNÁNDEZ
LÓPEZ, Néstor. San Andrés y Sauces. Una mirada
a su pasado, Ayuntamiento de la Villa y Ciudad de San Andrés
y Sauces, CajaCanarias, 2001 HERNÁNDEZ PERERA, Jesús. «Arte», en Canarias,
Madrid, 1984 HERNÁNDEZ DÍAZ, J. «Estudio iconográfico-artístico
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de Estudios Atlánticos, nº 173 (1973) Madrid-Las Palmas,
1974.
- Idem. Imaginería hispalense del Bajo Renacimiento, Sevilla,
1951. HERRERA GARCÍA, Francisco J. «Una escultura sevillana
del último cuarto del siglo XVI en Santa Cruz de La Palma
(Canarias)», en Atrio, nº 2, Sevilla, 1990 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia
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[Siglos XV-XIX] Una Mirada Retrospectiva, Gobierno de Canarias,
2001