NUESTRA
SEÑORA DE LA ESTRELLA DEL MAR
ERMITA DE SAN JOSÉ DE SANTA CRUZ DE LA PALMA
José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, abril 2008
Don Ambrosio Rodríguez de La
Cruz (1706-1788) -Capitán de Milicias y piloto de la carrera
de Indias- fabricó a su costa un altar dedicado a Nuestra
Señora de La Estrella del Mar, en la ermita de “San
Joseph, su esposo, por estar inmediata a mi casa y no ser su menos
devoto”, dotándolo por escrituras otorgadas ante el
escribano José Albertos, una el 18 de noviembre de 1745 y
la otra el 28 de enero de 1746.
Fundó así “una vinculación de bienes
en cabeza de su hijo”, don Antonio José Rodríguez,
con obligación de celebrar la fiesta de la Virgen de
La Estrella de Mar el día infraoctavo de la Ascensión
del Señor, con advertencia de que, cuando se llevara
a cabo, igual que él la había realizado por su
devoción, “poniendo en el trono la santa imagen
con veinte velas de a tres cuartas con asistencia del Venerable
Beneficio que cantara las vísperas y misas de diáconos,
tercia, sermón y procesión y por esto se ha de
pagar al Beneficio tres pesos corrientes”. Así quedó escrito
en su testamento otorgado ante el escribano Francisco Mariano
López de Andreu el 20 de diciembre de 1788.
También dispuso que se pusiera
el trono y dosel que se usaba en la fiesta del Patriarca San José, “a
lo cual no podía negarse el mayordomo, al estar condicionado
por las diferentes limosnas que le habían hecho para el
ornato y decencia de la ermita”, como satisfacer de su peculio
mismo, “medio retablo, haber regalado toda la puntilla de
plata de dicho dosel, y así mismo el órgano, la campana,
dos atriles de carey…”.
También
había hecho el altar para la imagen de la Virgen, previa
licencia del Obispo Guillén y “otorgado la pertinente
escritura de dotación a favor del mismo, señalando
4.000 reales de principal a fin de que dicho altar dispusiera
de los 12 reales de rédito anual, los que posteriormente
aumentó para su perfeccionamiento”.
Este acaudalado navegante, enriquecido
con sus viajes a “Las Yndias de Su Majestad” -
Cuba, México y Venezuela- era especialmente devoto
de esta Virgen marinera, a cuya protección puso dos
de sus navíos. Fue dueño, capitán y
administrador de las fragatas “Nuestra Señora
de La Estrella de Mar y Señor San José”,
alias “La Dichosa”, que partió del puerto
de Santa Cruz de La Palma rumbo a Campeche en 1748 y “Nuestra
Señora de La Estrella de Mar”, alias “El
Delfín”, en 1788.
En abril de 1762, regresando desde Caracas a Canarias, fue abordado
por un corsario inglés que le dejó “sin barco
y sin caudal, sólo con sus ropas”, en la Isla de Madeira,
pero se rehabilitó económicamente al obtener de la
Corona, en 1765 y hasta 1768, “gracia y permisión
para su tráfico con la provincia de Caracas”.
Consta también que, en 1741, prometió a la
Virgen y a San José 100 escudos si el navío
del capitán don Francisco Amarante, que se hallaba
arribado en el puerto de La Guaira, llegaba “a salvamento
a España”.
En la actualidad se encuentra nuevamente en este templo
de San José, sobre un pedestal, al lado del Evangelio,
ya que, lamentablemente, prácticamente ninguno de
los retablos y altares han sobrevivido hasta nuestros días.
El de la Virgen tuvo mejor suerte y se halla en buen estado
en la capilla colateral del Evangelio – la de “la
Plata” – en la parroquia de San Francisco. En
la hornacina central se venera a la imagen más antigua
que existe de San Roque en Canarias.
La ermita fue la más amplia de la ciudad y tuvo gran
esplendor, como reflejaban sus imágenes, sus retablos
y objetos de culto. Durante mucho tiempo la bonita talla estuvo
en la mencionada parroquia, al igual que el resto de los tesoros
de la ermita de San José, tras una polémica y
desafortunada actuación de sus antiguos dirigentes.
Por esa razón, fue cerrada, pasando a ser salón
parroquial, almacén de tronos, despensa de material
recogido para dar a Cáritas, así como de ajuar
de las distintas cofradías, etc.
Afortunadamente, en una nueva
actuación donde primó el
sentido común, se puso de nuevo al culto, aprovechando
que la parroquia seráfica se hallaba en obras. Es probable
que se le dote nuevamente con las pertenencias que aún
se conservan. Recuérdese que el actual altar mayor de
San Francisco de Asís - de remate semicircular a la
manera lusitana construido hacia 1717-1719 - era el principal
de la ermita de San José.
La imagen mariana lleva sobre su
cabeza una corona imperial dorada y porta en su mano derecha una
estrella de plata de dieciséis puntas o ráfagas finas
y alargadas que se asemeja más a la forma de un erizo. La
sujeta con el dedo pulgar y el índice. Este atributo acredita
su condición de guía de los navegantes y responde
al elogio mariano “Stella Maris” (“Estrella del
Mar”) de la Letanía Lauretana.
Su muñeca derecha está adornada con una pulsera
de dos vueltas de perlas, al igual que el Niño. Los zarcillos
están formados por dos grandes gotas de perla, que penden
desde unas orejas tapadas por un pelo natural oscuro con raya en
medio.
El Niño Jesús, de pequeño tamaño
y rubio, vestido con traje bordado y transparente de gasas,
se sitúa sobre el brazo izquierdo de la Virgen, quien
lo arropa con su mano izquierda extendida, muy bien tallada,
por cierto. El Niño, que parece flotar, tiene el brazo
derecho alzado. Sugiere que, al mismo tiempo que trata de acariciar
a su Madre, también aprovecha el movimiento para bendecir.
La Virgen está arropada por un gran manto rojo salpicado
de estrellas doradas que cubre un gran traje de lujoso tisú con
grandes flores de varios colores y con ribetes en oro.
BIBLIOGRAFÍA:
PÉREZ GARCÍA,
Jaime. Casas y Familias de una Ciudad
Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma.
- Fastos Biográficos de La Palma. PÉREZ MORERA, Jesús. “Ermita de San José”,
en Magna Palmensis. Retrato de una ciudad.
- “Homenaje al Profesor José Pérez de Ayala.
Separata”, Revista de Historia de Canarias.