NUESTRA SEÑORA
DEL CARMEN. LA OBRA DE HITA Y CASTILLO EN BARLOVENTO.
ISLA DE LA PALMA
José G. Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, junio 2008
La fructífera relación comercial
entre el imaginero sevillano y “más diestro artífice” Benito
de Hita y Castillo (1714-1784) y algunas de las familias de
importantes mecenas palmeros –entre ellos, los Lugo-Viña
y la todopoderosa saga de los Massieu- hizo posible la llegada
de cuatro excepcionales piezas a San Miguel de La Palma.
Unas veinte efigies, aproximadamente, habían
arribado a los puertos de las Islas realengas (La Palma,
Tenerife y Gran Canaria) entre 1750 y 1770 procedentes del
taller hispalense. Sus destinos eran los distintos oratorios,
ermitas y templos de varios municipios. Unas obras que, con
el tiempo, serían atribuidas a Hita con serias dudas,
pero otras cuya firma aparecería estampada en ellas
y confirmarían su autoría, como ocurre en los
casos de La Palma.
El Cristo de La Caída – imagen de candelero de 1752-
fue la primera que inauguró el pequeño catálogo
que llegó a La Palma de magníficas obras ejecutadas
por el genial maestro. Fue tal el impacto que produjo la venida
de la escultura del Señor a la sociedad palmera, que animó a
la familia Massieu a efectuar nuevos encargos al tallista. Se venera
en la actual parroquia de san Francisco de Asís, en Santa
Cruz de La Palma, la capital.
El patronazgo de doña María Josefa
Massieu y Monteverde hizo posible el advenimiento del Cristo
Caído, para el que funda ermita, sirviéndose
de la domiciliación en Sevilla de su hermano, don Pedro
Massieu, fallecido en 1755, quien ostentó el puesto
de “Oidor Decano de Su Majestad en la Real Audiencia
de Sevilla”.
Otras dos esculturas, en esta ocasión de bulto, son las
veneradas en el altar mayor de la parroquial de San Juan Bautista
de Puntallana: San Miguel Arcángel y San Antonio de Padua.
Fueron donación del coronel y Gobernador de Armas de la
Isla don Felipe Massieu y Vandala. Por último, la imagen
sedente de la Virgen del Carmen, custodiada hoy en el templo de
Nuestra Señora del Rosario del término municipal
de Barlovento, en el nordeste de la Isla.
La talla mariana –de aproximadamente 75 cms. de altura-
lleva una inscripción en la parte inferior de la peana
que reza: “Don Benito de/Hita y Castillo/me fesit en
Sevi/lla año de 1773”. Lamentable ha sido durante
una de sus últimas restauraciones en la que se ha
borrado parte de dicha leyenda. En la década de los
noventa del siglo pasado tuvo que ser intervenida la talla
puesto que se debía de subsanar con urgencia algunos
pequeños desperfectos. Se repintó también
la peana y posiblemente las carnaciones, “que no demuestran
la calidad y detalles de otras obras del imaginero”.
El profesor Fuentes
Pérez había
atribuido su invención al excepcional maestro sevillano.
Decía que “debemos descartar cualquier atribución
a escuelas como la de Pedro de Mena, José de Mora, etc.
aunque refleja ciertos rasgos de las mismas. Indudablemente
esta figura salió del taller de los últimos artistas
que militaron en el barroco, como Duque Cornejo, Hita del Castillo
o María-Luisa Roldán”. Sería más
tarde cuando el profesor Pérez Morera daría a
conocer su donante y, junto con el investigador Herrera García –ambos
palmeros-, confirmarían su autoría. En la cara
inferior de la peana del Carmen se lee: “Benito de/Hita
y Castillo/ me f(esit)/ año 1773”.
Por cierto, si confrontamos la imagen del Carmen con las ejecutadas
por Hita del Castillo (como también se le llama en algunos
estudios), principalmente con la de San Miguel Arcángel,
descubrimos una intensa similitud, “tanto en estilo como
en rasgos morfológicos”.
La imagen de la Virgen del Carmen había sido encargada
para la ahora desacralizada ermita de San Estanislao Obispo, siguiendo
el modelo de su patronímico, del pago barloventero de Oropesa,
erigida entre 1761 y 1763. Todavía existe, aunque en lamentable
estado de abandono e invalidado para el culto. Su donante fue el
capitán don Francisco de Lugo y Molina, heredero del oratorio
por parte paterna. La licencia para fabricarla y recibir la bendición
fue dada por el Obispado de Canarias el 12 de junio de 1761.
En
la visita realizada por Domingo Alfaro de Franchy se desprende
que: “el capitan don Francisco de Lugo y Molina, hijo
del fundador, ha traido de España una hermosa ymagen
de Nuestra Señora del Carmen, que nos mostró y
piensa colocar en la sobre dicha hermita”. Esto sucedía
unos cuantos años antes de 1772, ya que por esa fecha
se dice la primera misa en el recinto sagrado. Había
sido bendecida por fin el 11 de octubre de 1772. El mencionado
militar había establecido que él y sus sucesores
ostentarían la propiedad y patronato sobre la imagen
y sus reliquias.
Pérez Morera nos informa de que en el encargo de la preciosa
talla hubo de mediar Felipe Manuel Massieu y Van Dalle. El caballero
era pariente de los poderosos Lugo-Viña tras la boda de
Francisco Estanislao con María de las Nieves Massieu y Fierro.
También relaciona con el encargo al tío del donante,
Estanislao de Lugo y Viña, dueño de la hacienda con
casas principales y supervisor de la reconstrucción de la
basílica del Pino en Teror (Gran Canaria), “quién
acudiría al escultor para el ornato del nuevo recinto”.
El pueblo norteño de Barlovento, desde la llegada de la
imagen, mostró especial devoción hacia ella. Tal
fue así que, en 1832, a instancias del párroco don
Francisco Morales, el entonces propietario de la talla, don Estanislao
de Lugo-Viña Massieu, la donó a la parroquia del
Rosario. Fue solemnemente trasladada en procesión desde
la ermita hasta el templo con gran concurrencia de feligreses y,
a instancias del obispo Luis Folgueras Sión, se colocó “en
parage decente para que los fieles le tributen el religioso culto
que desean”.
El prestigioso artífice
esculpió a la Virgen sentada sobre un cúmulo
de nubes y llevando sobre su rodilla izquierda alzada al
Niño Jesús al que sujeta delicadamente con
su mano también izquierda. Con el brazo derecho ofrece
el escapulario al observador. Toda la talla denota un estudio
técnico e iconográfico bastante acertado, demostrando
haber salido de las manos de un artista nato en este género.
El estofado de la nube se resuelve mediante minúsculas
espirales en el que el autor ahorró láminas
de oro debido a la aplicación dispersa de este material
precioso sobre la superficie.
Esta tipología de Virgen en Majestad -a modo de “Theotocos”-
es un modelo iconográfico muy utilizado por la escuela de
escultura sevillana desde el siglo XVI y que tiene su antecedente
más remoto en las representaciones marianas medievales,
como la Virgen de las Aguas o la de los Reyes. Recuerda otras obras
marianas de Hita y Castillo, en las que se descubre una gran afinidad
estilística, como la Virgen del Rosario (templo de San Andrés)
o el grupo desaparecido en 1936: la Virgen de las Maravillas, el
Niño Jesús y San Juanito (de san Juan de La Palma),
iglesias de Sevilla. En este último caso, la imagen de la
Virgen, aunque aparece con san Juan Bautista Niño, se presenta
sentada sobre un trono de nubes, en idéntica postura que
la imagen del Carmen, sólo que el Niño vuelve la
mirada al Precursor, pero conservando análoga posición.
La efigie de Barlovento está vestida con el hábito
y escapulario propio de los carmelitas y está envuelta por
una gran capa abrochada al cuello. Ésta se abre para mostrar
sobre el pecho el escudo de la orden del Monte Carmelo. En movida
postura, abre también los brazos en acción de acogida,
como nos recuerda la iconografía de Alonso Cano. Conviene
señalar que, en la delicada y preciosista factura de la
imagen están presentes, como dijera el profesor Herrera, “el
sentido de intimismo y dulzura en cotas superiores al comentado
San Antonio de Puntallana subrayado aquí por la actitud
juguetona del Infante que balancea su cuerpecito sobre la pierna
de su Madre”.
Por cierto, en la
parroquia de la Asunción de Cantillana (Sevilla),
hubo otra Virgen del Carmen, realizada por Hita, “encontrándonos
con el mismo repertorio iconográfico, si bien en este
caso, el escultor sevillano colocó a la Patrona del
Carmelo sobre un grupo de cabezas representando a las almas
del Purgatorio”. Otra imagen mariana del maestro, bajo
la advocación de la Concepción, formó parte
en la exposición sobre escultura sevillana de la Edad
de Oro que se celebró en el Club Urbis de Madrid en
enero de 1977. Procedía de la parroquia sevillana
de Santa Catalina, donde el artista volcó todo su
ingenio obteniendo “un estudio de perfecto acabado,
considerándose una de las mejores piezas del escultor
sevillano”
En contraposición a la afición por las formas más
maduras, rotundas y exuberantes de los imagineros del anterior
siglo XVII, Hita y Castillo recurre –como es costumbre en
sus modelos virginales- a unos rostros delicados y juveniles. La
expresión del rostro aparece algo forzada, sujeta a los
cánones impuestos por el barroco; nariz afilada y ojos de
cristal contrastan con una boca pequeña y bien dibujada.
Herrera compara este rostro con el “gemelo” de la Virgen
de los Remedios de la Universidad de Sevilla, realizada en 1762.
Unos rasgos fisonómicos en los que -según el investigador
González Isidoro- se destaca “la proporción
de la cabeza con respecto al cuerpo, para obtener una mayor esbeltez
y el ligero giro e inclinación hacia un lado respecto al
cuerpo, para obtener una mayor esbeltez y el ligero giro e inclinación
hacia un lado respecto al eje compositivo”. La contraposición
en la postura de los miembros y riqueza en las abundantes líneas
de los pliegues conforman un ejemplo de teatralidad barroca y singular
delicadeza expresiva. Efectivamente, la joven Madre es representada
con una amplia frente despejada con cabellera sedosa, moldeada
con gran realismo y raya al medio que cae hacia atrás en
cascada sobre el manto de forma compacta a base de “movidas
ondas”. Otra pieza salida de la gubia del maestro es la Virgen
de la Encarnación -actualmente en una colección privada
de Tenerife- y que llegó a esa Isla antes de 1768. El mismo
investigador nos informaba de que en el tallado del Niño
Jesús, se mantenían “los cánones impuestos
por Roldán o los hermanos Ribas”. También se
apreciaba en las tallas del Niño y del san Juanito de la
Hermandad Sacramental de San Juan de La Palma a la que perteneció Hita
y con la que mantuvo directa relación. Curiosamente en la
de Barlovento destaca la túnica infantil policromada en
rojo con sencillo estofado y decoración floral. Resalta
el Niño sobre el cromatismo monótono de marrones
en la túnica y ocres y beiges aplicados en el manto de la
figura de la Madre, de acuerdo con las normas exigidas por las Órdenes
del Carmelo, y enriqueciéndose con amplios motivos vegetales
en dorado. El manto, sujeto al escote, cae en forma de capa, incurvándose
violentamente bajo el brazo derecho, siendo recogido justamente
bajo el Infante.
La decoración de la vestimenta de la Virgen es muy parecida
a las realizadas en los santos de Puntallana. El escultor usó así mismo
esta misma ornamentación que asemeja el efecto del muaré -tela
fuerte que forma aguas- como en el san Pablo (iglesia de san Andrés)
o en la Inmaculada (templo de santa Catalina, también de
Sevilla). González Isidoro decía que “su empleo
se relaciona con los tejidos puestos en boga con el advenimiento
de los Borbones”.
La capa se resuelve a base de un sencillo estofado en blanco y
dispuesto en líneas horizontales formando ondas. Este estofado
acentúa el preciosismo, combinando esgrafiado y punta de
pincel, así el manto muestra parecidos motivos florales
a los del Arcángel de Puntallana y la cenefa del mismo presenta
fragmentos de rocalla idénticos al del santo franciscano.
El hecho de que el mismo motivo vegetal realizado en dorado y con
decoración a punta de pincel se mantenga prácticamente
la misma medida en todas las realizadas, indica claramente que
ha sido usada una plantilla. Ésta era muy habitual en la
labor de decoración escultórica. Toda ella estaba
resaltada con un trazo rojo y unas incisiones “de picado
de lustre”. La profusa decoración vegetal en dorado
sobre tono marrón denota claras influencias de los motivos
habituales empleados por la escultura sevillana durante el siglo
XVII. Tanto la holgada túnica como el hábito son
bordados por una amplia cenefa, “cuyo borde superior ondulado,
se resalta mediante el mismo trazo rojo aplicado en las decoraciones
de la capa”. Las influencias francesas adquiridas por Hita
a través de la importación de telas se hacen patentes
en el encadenado rococó “en realce a base de cés” que
se aprecia dentro del ribete.
La proximidad entre las tres obras palmeras: la Virgen del Carmen,
San Miguel Arcángel y San Antonio de Padua, resulta evidente
si atendemos a sus caracteres estilísticos que revelan un
mismo momento de ejecución, “particularidad que nos
viene a confirmar –según Herrera García- la
datación inscrita en las peanas de estas preciosas muestras
del buen hacer artístico de Benito de Hita y Castillo”.
La imagen está coronada por una bella diadema imperial
rodeada con ráfagas, compuesta por motivos rocallas y “ces”,
rematados por una cruz y confeccionada –al igual que las
potencias del Niño Jesús- en plata en su color. Carece
de punzón. Un delicado trabajo de estilo rococó habitual
en los talleres hispalenses de la época y “distantes
de las tipologías empleadas por los orfebres insulares”.
De acuerdo con tal aseveración, se deduce que ambas piezas
de orfebrería fueran ejecutadas en Sevilla simultáneamente
a la realización de la talla.
Todos los años en el mes de julio, durante la festividad
de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de la Mar y de sus
gentes, Barlovento tiene una oportunidad única para apreciar
esta bella imagen en todo su esplendor. En su honor, se celebran
por todo lo alto unas fiestas que, al organizarla las jóvenes
del casco urbano, han pasado a denominarse “Fiesta de las
Mozas”.
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y Deportes: Diócesis de Canarias, VI Centenario, D.L. 2003 VARIOS:Edificios
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1937.