NUESTRA SEÑORA
DE LA ENCARNACIÓN Y SAN GABRIEL DE SANTA CRUZ DE LA PALMA
José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, agosto 2008
Encargadas a Amberes por el mayordomo Rodrigo Alonso
de la Higuera, y gracias a la mediación del comitente Jácome
Monteverde y a que fueron custodiadas en la travesía desde
la Península por el conquistador Marcos Roberto, las esculturas
de la Virgen de La Encarnación y el arcángel San Gabriel
(de 96 cms de alto), llegado posteriormente, componen un grupo irrepetible
del patrimonio canario. Se calculan sus gastos en torno a 8.180 maravedíes
por la hechura y otros 1.433 abonados en indumentaria traída
para la imagen mariana. Este encargo queda recogido por Trujillo
de esta guisa: “primeramente compró Jácome de
Monteverde una ymagen de bulto de Ntra. Sra. De la Encarnación
que costó en Flandes saliendo al valor de la moneda desta
ysla 8.180 mrs”
Jesús Hernández Perera también nos advierte
que algunas imágenes, como las que nos ocupan, llegaron
anteriormente al atroz incendio de la capital palmera en 1553 por
el francés François Le Clero «Pata de Palo».
La Virgen, llegada antes de 1525 y San Gabriel inaugurarían
el rico repertorio de arte flamenco conservado en La Palma. Según
este autor, otras imágenes llegarían también
por mediación de Jácome de Monteverde -y como nos
recuerda Martín Sánchez en su magnífico trabajo
sobre la advocación del Arcángel San Miguel en Canarias-
, “impregnadas de goticismo en sus plegados metálicos
de gusto eyckiano”. Entre estas bellísimas y valiosas
imágenes se hallan, para las primitivas ermitas palmeras,
la de la Inmaculada del Real Convento homónimo, la Santa
Catalina de Alejandría y San Sebastián Mártir,
las tres en la capital, la de Santa Lucía en Puntallana
y la de San Miguel para la de Tazacorte.
Don Juan Bautista Lorenzo, cuando hace el inventario de las imágenes
que se veneran en la iglesia, refleja lo siguiente: “1º.
La de Ntra. Sora de la Encarnacion, de talla, que el Obispo Dn.
Fray Vicente Peraza, en su visita hecha en 11 de diciembre de 1522
mandó traer de Flandes, de lo que se encargó Jácome
Monteverde…”
La Virgen, bellísima y elegante escultura de madera policromada
de 105 cms de alto, fue colocada en su altar el 8 de mayo de 1525.
Fue entronizada en una especie de retablo-escenario que se cerraba
con dos puertas que, en pintura, representaban a Santa Catalina
y “Santa Bárbola” (Santa Bárbara).
Esta efigie, junto a San Gabriel, fechada en el primer cuarto
del Quinientos, presenta ciertos arcaísmos que nos hablan
del gótico en los talleres de Amberes, evidentes en los
plegados de gusto eyckiano.
Conforme a la iconografía habitual del tema de la Anunciación
en los Países Bajos, la escena se desarrolla en el interior
del aposento, donde María, de pie, ante una mesita con un
atril y una librería con 17 volúmenes de madera,
medita sobre la lectura de un texto sagrado, que comienza: “O
radix lesse, qui stas…” (Antífonas Mayores de
Vísperas de los días 19 y 23 de Diciembre).
En ese instante es sorprendida por la súbita irrupción
de San Gabriel que, con las alas aún desplegadas y los ropajes
sacudidos por la velocidad, se ha arrodillado en una nube para
transmitirle el mensaje divino.
Las palabras del Papa San León Magno quedan materializadas
en esta escena: “No sólo ante nuestra memoria sino
que en cierto modo ante nuestros mismos ojos, tiene lugar el coloquio
del ángel Gabriel con María, llena de estupor; y
aquella concepción por obra del Espíritu Santo, en
la cual tan admirable fue la promesa que le anunció, como
la fe con que ésta fue creída…”
La apariencia del Arcángel es de un joven imberbe, de cabello
largo y rubio, que porta sus atributos característicos:
palo de mensajero o cetro dorado con pomo floreado, dedo índice
levantado en actitud de hablar, y filacteria con las primeras palabras
del Ave María. Está arropado por una capa sujeta
mediante un broche de orfebrería trilobulado. Sus cabellos
pegados en la coronilla a modo de casquete, se abren en bucles
hacia las puntas.
La hermosa Virgen, cuyo cuerpo se quiebra en un gótico
zig-zag, va ataviada con un hábito de escote cuadrado, típico
en la indumentaria femenina nórdica de las primeras décadas
del s. XVI, y un magnífico manto recogido en diagonal por
delante, que describe unos duros pliegues inspirados en los Van
Eyck. Su semblante es juvenil, con frente abombada, cejas altas
y ojos de mirada baja, velados por amplios párpados, enmarcado
por una larga cabellera cayendo en mechones semiondulados sobre
el busto.
EL TABERNÁCULO – ESCENARIO
Ambas tallas se integran en un marco arquitectónico, un
interior flamenco que, a su vez, fue embutido en el nicho central
de un retablo barroco de 1740, con pilastras almohadilladas y estípites
en el ático que, por primera vez, aparecieron en la carpintería
sagrada de La Palma.
En el archivo parroquial se encuentra “Un Dizeño
para retablo”, obra probable de Bernabé Fernández
(1674-1755), dibujo a tinta sobre papel de 1730, considerada la única
planta o traza para retablo que se conserva en la isla.
La familia benefactora de la ermita, los Vélez y Guisla,
trataban de construir un nuevo retablo mayor que acogiese en su
centro el magnífico y antiguo tabernáculo-escenario
con la teatral representación escultórica de La Anunciación, único
retablo-hornacina que ha perdurado en Canarias del s. XVI. Nunca
llegó a ejecutarse.
Ya aquí había trabajado, si bien como dorador, hacia
1642, el Maestro Antonio de Orbarán. El actual retablo se
data en las cuentas de 1768, especificándose, como nos recuerda
el profesor Trujillo, “los nombres de carpinteros, como por
ejemplo, Antonio Luis de Paz o Pedro Lorenzo del Rey que con Miguel
de la Concepción, realizan en él los pintores- doradores
Tomás Rege y Cayetano González”. Ambos maestros
habían trabajado también en los retablos de la nave
en 1762, como asimismo el primero realizó la policromía
de algunas imágenes de esta ermita. Continúa aquel
profesor en su estudio informándonos acerca de que el precioso
retablo mayor, trabajado con madera de viñátigo y
tea, al igual que los de la nave, conserva en su nicho principal “el
grupo escultórico gótico-flamenco del retablo antiguo,
que se trajo de Flandes en los años anteriores a 1525, representando
la Anunciación o Encarnación”. Considera ésta
una prueba más del intenso comercio de Canarias con aquella
parte de Europa, desde fecha tan temprana.
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