José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, julio 2008
“…La
que es estrella de errantes, / la que es puerto de infortunios,
la que es arca de alianzas,/ la que es iris de diluvios,
la que es fuente, río y mar,/ la que es rosa y es ligustro;
a que al dragón tiene puesto /en la cerviz el coturno,
la que es oliva y ciprés, / la que es un cedro robusto,
que prende sus fuertes raíces/ en los que quieren ser suyos…”
Loa de 1690. Juan Bautista Poggio y Monteverde.
Ya en el teatro antiguo, la costumbre de loar a manera de prólogo,
preámbulo o introito, fue una norma establecida que ha llegado
a nuestros tiempos. Tenía lugar antes de dar comienzo a
la representación de la propia obra y esta breve composición
dramática servía como preludio.
Como sinónimos de loar encontramos: ensalzar, glorificar,
enaltecer, honrar, exaltar, elogiar, alabar, halagar, aclamar,
alzar… Está claro, pues, el objeto de la loa. Otra
faceta era la de solemnizar a una persona ilustre, o un suceso
notable; también servía de prefacio a los autos sacramentales.
Fue el poeta Bartolomé de Torres Nabarro el que usó la
loa en el siglo XVI.
El historiador palmero Fernández García nos informaba
de que “la Isla de La Palma ha contado, desde lejana fecha,
con una pléyade de músicos y poetas que han loado,
con sus composiciones, los acontecimientos más sobresalientes
de su isla natal”. Así, la festividad del Corpus Christi
ha sido una fuente inagotable de inspiración para el Arte.
Bajo estas premisas, nació posiblemente, la honrosa y piadosa
costumbre de cantar “las glorias de la inmortal María…” en
su entrañable advocación de “Las Nieves”.
Los orgullosos palmeros siempre han dado culto de veneración
a su “Morenita” y es a ella a quién en tradición
secular más le han cantado los músicos y poetas insulares.
Santos Pinto también nos decía que “el pueblo
palmero era muy aficionado a cantarle a la Virgen de Las Nieves
por medio de loas”.
“Entre estos dulces anhelos / así pasaban
las cosas
cuando a tu ciudad hiciste / lo que a la noche la aurora
o lo que hacen a los mayos / los claveles y las rosas
cuando a tu pueblo con sólo / tu vista le galardonas,
que las luces de tus ojos / tanto premian como doran
cuando viéndote tus hijos /que a tus piedades te exhortan,
antes que exteriores muestras / los corazones te postran”.
Loa de 1685. Juan Bautista Poggio Monteverde.
Es, precisamente Juan B. Poggio Monteverde- quien había
tomado los hábitos de sacerdote en 1677 de manos del mismo
fundador de la Bajada, el Obispo Bartolomé García
Jiménez-, el autor de varias loas y carros alegóricos
y triunfales que se representarían a lo largo de las sucesivas
ediciones, hasta bien entrado el siglo XVIII.
“¿Viste, gran Señora,
cuando / sedienta una nube agota
exhalaciones al aire/ o al mar su plateada copa,
que tanto néctar le bebe/ y tanto humor atesora
que en tu preñez impedida/ los cristales desahoga
que se derraman en perlas/ y se vierten en aljófar
y que todo aquel caudal/ que el estío le ocasiona
en meteoros y flatos/ suda en lluvias caudalosas...?”
Pues, así, nuestro cariño/sediento de vuestra gloria
Que ha cinco años que acaudalas/Afectos que no reposan,
Excesos que no sosiegan/ y cuidados que le ahogan
De este aumento trabajado/ en copia feliz lo cobra
De súbitos y festejos,/e impaciente amor…”
Loa de 1683. Juan B. Poggio Monteverde.
A la brillante efeméride lustral, en su trescientos veinticinco
cumpleaños y su 66 º edición, se suma la celebración
del ciento veinticinco aniversario de “La Loa” que
se canta actualmente, y que fue estrenada en abril de 1880. Es
el canto por antonomasia de la Isla dedicado a su querida y entrañable
Patrona. A esto hay que añadir los festejos por las “Bodas
de Diamante” (1930-2005) de su Coronación Canónica.
Antonio Abdó nos informaba de que “es de notar la
gran carga teatral que domina las celebraciones en torno a la Bajada
de la Virgen de Las Nieves (…) Se habla de loa, carro, mimo,
títeres, arias, música en general (…), teatro
de autómatas, sombras chinescas. Ya hemos visto que, en
sus comienzos, las loas de Poggio introdujeron una costumbre que
fue arraigando hasta el punto de que sin temor a equivocarnos podríamos
afirmar que estas fiesta han generado el mayor corpus de textos
teatrales del archipiélago”.
Las loas en honor a la querida “Virgen Negra de La Palma” eran
interpretadas, generalmente, por niños vestidos de ángeles,
con largas túnicas o hábitos todos de un color blanco
impecable “a imitación de la nieve”. Así,
como nos recuerda don Antonio Abdó, la loa del “Recibimiento
en Señor San Salvador”, representada en el interior
del suntuoso templo matriz durante las celebraciones de la Bajada
de 1765, fue ejecutada por “… quatro niños que
cantaban y dos que representaban, a lo que acompañaba el
coro de música que se componía de cinco voces de
niños que se paseaban en dos tribunas formadas sobre dos
arcos del crucero, al vaxar el sardinel del Pavimento, a el acorde
son de dos violines, arpa, órgano, clave y dos vyolines…”.
Lamentablemente, debido al extravío de algunas hojas del
manuscrito original, concretamente las referentes a la procesión
de la Bajada y entrada de la Virgen en la ciudad en 1815, sólo
se puede leer lo siguiente en cuanto a la narración y descripción
de la loa en El Salvador:
“… pues lo bueno de sus voces, la propiedad de sus
acciones, lo rico y propio de sus túnicas y alas, todo a
la verdad se reunió en un punto. Concluida que fue la música,
se cantó la misa con mucha solemnidad …”
En la Bajada de 1765, un autor anónimo escribía
lo siguiente:
“… Se representó una loa por un niño
de dose años, vestido de jilguero, tan hermosso que parecía
que las manos no havían hecho su vestuario, pues con su
banda de Plumas desde el cuello hasta la cinta y tocado de lo mismo,
parecía entre unos Ramos por donde salió / en lo
alto, una cossa celestial, el qual comenzó su loa cantando,
a el alegre compaz de diferentes instumentos de esta manera:
Salga la hermosa Aurora y alegre con su riza
quanto dora en los campos la hermosa luz del día.
Jilgueros, al prado, y en dulce porfía
cantadle primores, decidle delicias.
Salga, venga, dore ría.
Dulcíssima Aurora
bella,
feliz anuncio del día
que haces dos veces festivo
con tu esplendor y tu riza…
Dixo, y dejó a los oyentes tan admirados de su gracia y
donosura, que fue llanto el para bien por el gusto de averse oydo
cantar tan graciosamente, siendo la primera loa que el niño
ejecutaba; y luego baxó y acompañó a la Santísima
Virgen hasta la parroquial…”
“… Ningún sitio de La Palma está tan
consagrado por el veredicto de la Historia. Cuando se llega a él,
por medio de un raro sentimentalismo, nos parece la Imagen de la
Virgen, un reflejo de la que en la Gloria vive y reina entre los ángeles
que cantan la Majestad de Dios. ¡Tan hondo es el influjo
que Ella ejerce en las almas de sus devotos! En esta esmeralda
del Atlántico, que el sabio Humboldt (1769-1859) calificó como
el sitio de mejor clima del Mundo, tan alta que, en proporción
a su tamaño, ninguna la supera, la Madre del Divino Verbo
reinará hasta la consumación de los siglos. Ante
la belleza de su rostro, no pensamos en el feliz mortal que lo
creara, sino en los sacrificios, inquietudes, desvelos, amarguras
y llantos de los seres que han orado a sus Pies. En este corazón
de roca, fraguado por un capricho de la Naturaleza, entre los dos
Hemisferios, Ella es la más radiante Luz; en esta nave de
piedra que el mar ciñe con sus presillas de espuma, señalando
rumbos intercontinentales, Ella es la Capitana… Ella es la
más pura rosa…Bálsamo en nuestros infortunios,
Iris de gracia, Alba de Ventura y símbolo de perfección…”
¡Aquí la Reina eres tú!Félix
Duarte, 1985
Don Jesús Pérez Morera también nos recuerda
cómo la loa del “Recibimiento en la monjas Cathalinas” se
escenificó también en aquella iglesia conventual
, hoy inexistente, “cantando a un tiempo el coro de Religiosas
y dos Ángeles delante de la Reja, sobre una tribuna”:
“Música
Ángel 1: ¿Quién es ésta,
que llega con lucez tantas?
Á ngel 2: Es la Nieve Divina.
Á ngel 1: No, sino el Alva
Tropa : Pues de ausencias, destierra sombras bastardas
No es sino el alva, no es sino el alva
Á
ngel 2 : ¿Quién es ésta que huellas de armiños
mueve?
Á ngel 1 : Es el Alva Divina.
Á ngel 2 : No, sino Nieve
Tropa : Pues el alva en sus ampos delicias bebem
No es sino Nieve, no es sino Nieve
Dúo : Mas si de ampos y luces su ser exmalta,
Aunque es nevada Aurora, Nieve es de alvada.
Tropa : Pues sea bienvenida, pues sea bien llegada
La nevada aurora, la nieve de alvada…”
El mismo profesor palmero nos informa de que el Libro de Gasto
del ex cenobio dominico detalla el pago, en febrero de 1765,
de 14 reales por "azúcar y almendra para el anís
que llebaron los ángeles en las salvillas y dos libras
que se dieron a los ángeles quando acabaron la loa”.
Por último, la loa primera de Despedida a la Virgen se
ejecutó a la salida de la ciudad, bajo un gran toldo que
cubría al público, en un “theatro, en el
qual se reprecentó una loa por dos niños vestidos
de ángeles mui tiernos”. Finalizada la obra, prosiguieron
los ángeles delante de la “Señora, llevando
en una fuente una corona hermosa y ceptro de alcorza”.
“Silencio, Silencio;
que ya rompió el alba
al azul zafiro
los velos de nácar.
Divina aurora sale,
Porque otro sol augusto
A su beldad debiese
La cuna y los arrullos.
La luz es, en cuyos rayos
Mi amor encendió sus llamas,
Sin que el aire de cinco años
Haya podido apagarlas.
Adore amor la nieve
Cuya deidad produjo
Sagrada hoguera fértil
De cándidos diluvios…”
Loa, 1765. Antonio Rippa
El autor anónimo del manuscrito que obra en poder de don
Jaime Pérez García, Cronista Oficial de la capital
palmera - dado a conocer en la obra Descripción de todo
lo que pasó…- narra con gran sentido del humor lo
que sucedió en la Bajada de 1815. Fue curioso lo que ocurrió durante
la interpretación de la loa en honor a la “Morenita” a
su llegada al ex cenobio franciscano de Santa Águeda, Patrona
de la Ciudad, hoy Hospital de Dolores:
“… Toda esta carrera anduvo la procesión haciendo
muchas pausas y por todas partes, saludos, cohetes, piezas de artillería.
Concluyó dicha procesión en las monjas claras, las
cuales tenían la iglesia que parecía el paraíso,
en todas maneras estaba hermosa; al entrar la imagen cantaron un
dúo muy bonito, al cual acompañó desde afuera
una música muy arreglada y luego al concluir fueron tanto
los tronadores que aquellas malditas dieron fuego que creímos
que todo el convento se venía abajo; para gozar todo esto
era tal el concurso, que hubo bofetones, mantos rotos, chinelas,
y rosarios perdidos…”
En la misma obra, el mismo escritor nos acerca cómo se
vivían los preparativos de la loa y lo que ello significaba
en la población de entonces:
“… En la semana siguiente se dieron principio los
ensayos de la loa y del carro; si por desgracia alguno de estos
chicos tararean en sus casas la música que están
aprendiendo, éste es un delito muy grande y será castigado
severamente, pero sus madres curiosas encierran a sus hijos en
un cuarto y por fuerza los hacen cantar y ellas se creen que son ángeles
bajados del cielo. Bien pudieran dichos niños en este tiempo
azotar un Santo Cristo, seguros están que ni sus padres
ni nadie, les dirá palabra tal es que se ponen tan deslavados
que el demonio no puede sufrirlos; estos dichos por otra parte
padecen la pena de no gozar nada de las diversiones, pues si gritan
o salen al aire se pueden enronquecer y se desgracia la música;
y en otro tiempo un mes antes los tenían casa del mayordomo
que ni a misa iban …”
Tampoco las religiosas de Santa Clara quisieron despedirse de la
Patrona sin cantarle una loa en su honor. Así, se narraba
en 1815:
“aquella noche trajeron la Virgen desde el trono a la reja
para que las monjas se despidiesen de ella; allí la mudaron
de las andas al sillón y le mudaron también el vestido;
las monjas unas lloraron y otras cantaron; estuvo allí hasta
la madrugada y las dichas, queriendo obsequiarla, le cantaron la
cachucha y la simona nona…”
En el año 1951, don Elías Santos Pinto- director
de la Masa Coral de Santa Cruz de La Palma- descubrió, entre
los valiosos escritos del archivo musical de su familia, probablemente
el documento musical más antiguo existente sobre la Bajada
de la Virgen. Había heredado la partitura, sin saberlo,
de su abuelo don Elías Santos Abreu (1856-1937).
Don José Juan Pérez Morera, en su trabajo para las
Fiestas Lustrales de 1980, al referirse a él, también
nos informa de que “tal documento, amarillo y borroso por
los efectos del tiempo y la humedad, consta de unos veinte folios
de papel pautado, forrados en pergamino y en su primera página
ostenta el siguiente título, que transcribe literalmente:
Música para la Loa de Nuestra Señora de Las Nieves,
para el recibimiento del año 1780. Don Antonio Rippa”.
Este compositor, nacido en 1718 y muerto en Sevilla en 1795, fue
maestro de la capilla de las Descalzas Reales de Madrid en 1762.
Con igual cargo pasó a la catedral de Sevilla, donde escribió muchas
piezas de música religiosa, consistente en misas, motetes,
un oficio de difuntos y villancicos.
Se trata de una partitura musical aparentemente completa, escrita
para dos sopranos solistas, que llevan el nombre de Amor y Cuidado; “coro
a cuatro voces mixtas, clásicamente distribuidas, como es
lógico, y acompañamiento instrumental, reducido a
dos violines y bajo, confiado éste último, seguramente,
bien a un violonchelo bien a un contrabajo…”
“Como la rosa en la
cuna
del botón, donde le teje
para cárcel de su pompa
cinco prisioneros lo verde,
que descolorida al susto
su candidez inocente,
prisionera de diamante
grillos de esmeralda tiene,
triste y retirada vive
hasta que pudo impaciente
romper el fuero a la injusta,
severa ley que le prende
y convirtiendo en halago
su pena, en nácar su nieve,
ostenta ufana en el prado
majestad de rosicieres :
así, Señora, oprimido
nuestro generoso, ausente
fiel corazón en la cárcel
de una esperanza…”
Loa, 1765. Rippa
Se pensó que había sido escrita con motivo de la
celebración del “II Centenario de la Fundación
de la Bajada”, pero lo que se ignora es la fecha en la que
dejó de cantarse. Santos Pinto decía: “es decir,
si la de Alejandro Henríquez vino a sustituir la de Rippa
o ya había dejado de cantarse ésta cuando se estrenó la
actual”. El propio Pérez Morera, sin embargo, encontró en “La
Cosmológica” un impreso conteniendo el poema de esta
Loa, con lo que “si bien resuelve el conocimiento íntegro
de su texto, crea nuevos problemas, puesto que dicho folleto, editado
en la imprenta “El Time” en 1873, se titula “Loa
a Nuestra Señora de Las Nieves en la Bajada de dicha Imágen
en el año de 1765”. En otras palabras, según
esto, la Loa de referencia se representó por vez primera,
por lo menos en 1765, y no en 1780, es decir, tres lustros antes,
como parece dar a entender el título de la partitura musical.
En unas líneas preliminares que encabezan este folleto,
probablemente del “prolífico e incansable” don
Antonio Rodríguez López, se dice que en el manuscrito
original del poema no existe el nombre del autor o autora – ya
que también se sugiere que haya sido obra de una mujer-,
pero “que es una de las más preciadas joyas del parnaso
canario y La Palma debe gloriarse de contar a su autor en el catálogo
de sus celebridades literarias”.
A los dos personajes cantantes, Amor y Cuidado, personificados
por los dos sopranos solistas, se les unen Afecto y Devoción,
que únicamente declaman.
“Comienza la Loa con una corta Introducción musical
de 38 compases en tiempo allegro, terminada la cual entra a cantar
la primera soprano – Amor- quién, alternándose
en el canto con la otra solista – Cuidado-, reclama la atención
de mar, tierra, monte y playa, puntos clave determinantes de nuestra
insularidad, para entonar alabanzas a la Virgen. Sigue un Dúo
con nuevas palabras; y así, con este sistema de soli alternativos
y dúos, desemboca la composición en la incorporación
del coro mixto, a cuatro voces. Se entabla entonces una especie
de duelo musical entre solistas y coro, que en juego armónico
se persiguen, se preguntan y contestan. El coro desaparece y surge
una canzoneta para la que hay cuatro coplas, encomendadas: los
impares, a Amor y los pares, a Cuidado. El coro reaparece para
contestar a las solistas a cantar la primera copla. Un cambio rítmico
nos trae lo que la partitura llama Pie, en andante, a cargo de
las sopranos solistas. Las mismas entonan luego, en andantino gracioso,
unas Coplas, en número también de cuatro, repartidas
como la vez anterior. Y con intervención del Coro, la obra
terminada con un allegretto en donde, una vez más se emplea
el método constructivo que informa de la música:
Lírica por principio y alternativo de solistas, , cuyas
palabras repite el Coro…”
«Una Loa del Siglo dieciocho…». José Juan Pérez
Morera
La composición poética de la pieza que hoy se representa
para dar la bienvenida a la flamante Patrona de La Palma fue debida
a la inspiración del vate don Antonio Rodríguez López,
y la partitura musical a don Alejandro Henríquez Brito,
destacados hijos de la Isla. Fue estrenada en la Bajada de la Virgen
de 1880.
“A Son Mayor, los ángeles
del amor, voces de oro.
Sobre un coro de cantos que se presenta en la plaza,
Por el aire vuela las rosas de amores.
Canto mariano que lleva un siglo abriendo las puertas del templo
Y llenan de colores el altar en Son Mayor para María.
Todo es canción para llenar el paso a nuestra
MADRE convertidos en flores de alfombras hacia su blanca
Plata del altar del templo, María y el Niño entra
con el
Corazón lleno de amor y dentro en masa esperan atentos,
Para recibir a María de Las Nieves por los siglos.”
«La Loa», 1980, José Juan Pérez
Morera.
El maestro don Elías Santos Pinto, en una carta custodiada
en el Archivo General de La Palma, nos informaba de que “su
estructura musical es sencilla, sin complicaciones armónicas,
muy al estilo de la época, siguiendo las corrientes italianas
que estaban en boga. Es muy melancólica y sencillamente
encantadora”.
Fue concebida para ser representada y cantada por voces tiples
masculinas. Así fue como se llevó a cabo el día
de su estreno y en lustros sucesivos. Don Manuel Henríquez
publicaba que “los ángeles solistas fueron encarnados
por los jóvenes Jaime Matheu, luego célebre tenor
en Cuba, Cipriano Valcárcel, como barítono, y Jaime
Viera, oriundo de Lanzarote...”; tras aquellas primeras representaciones,
el papel de los ángeles fue confiado a voces femeninas.
Así ha sido hasta nuestros días.
“¡Salve, Numen de los númenes,
/Madre del divino Verbo,
Adoración de los hombres,/ Emperatriz de los cielos!
Por Ti la vida es más vida,/ triunfa el arte en sus diversos
Recursos y se disipan/ los pesares más acerbos.
Señora: en tu honor cantamos / plegarias de amor sincero,
Mientras los ángeles pulsan / las liras del universo...”
Amor Eterno, 1955. Félix Duarte Pérez.
Las aportaciones de Antonio Rodríguez López (1836-1901), “Cantor
de Benahoare”, a las fiestas de la Bajada de la Virgen fueron
de tal número y variedad y tuvieron tal aceptación
en su época que algunas han llegado hasta nuestros días. “Fue
auténtico paladín de la cultura insular y escritor
prolífero” (Fdez.García). Ocurre con el tradicional
y popular “Diálogo entre el Castillo y la Nave”,
que se repite ininterrumpidamente desde 1890 a la entrada de la
imagen de Nuestra Señora de Las Nieves en la ciudad; y con
la no menos célebre “Loa” de llegada al templo
de El Salvador. Además, Rodríguez López asumió desde
1855 la autoría de uno de los números más
significativos de las fiestas: los “Carros Alegóricos”,
al principio simples “escenas lírico-dramáticas”.
Su magisterio en esta solemnidad se extendió por espacio
de medio siglo, de forma que los tres últimos Carros – correspondientes
a los años 1905, 1910 y 1915-, se representaron póstumamente.
Entre otros textos para las Fiestas Lustrales destacan: Escena
lírico-dramática escrita en Sta. Cruz de La Palma
para la Bajada de la Virgen de 1855; Alegoría dramática
representada sobre un carro en la Bajada de 1865; Alegoría
para el Carro de 1870; Alegoría anunciando la Bajada de
la Virgen el año 1875; Carro para la Bajada de la Virgen
de 1890; Carro para la Bajada de la Imagen de Ntra. Sra. de Las
Nieves de 1910; Carro para la Bajada de 1915; Diálogo entre
el Castillo y la Nave; Loa.
“María de Nieves
le ha dado
Dios por nombre esclarecido,
El nombre propio, encendido,
Y el sobrenombre, nevado;
De luz y nieve labrado
Tanto nombre se hermosea,
Bien la nieve y la luz se emplea,
Porque se aumentan al verle
Incendios para quererle,
Y candores para amarle.
Juan Bautista Poggio y Monteverde.
El compositor de la actual Loa, Alejandro Henríquez Brito,
también nació en la capital palmera el 26 de febrero
de 1848. Vino al mundo en el seno de una familia de musicólogos.
Fernández García escribía que “su buena
fama motivó que, en las ocasiones que en la sociedad palmera
se exponía algún problema a resolver con demasiadas
evasivas, era frecuente contestar: «Habla claro, que para
música, los Henríquez»”.
“ ...Es Torre preciosa
/ grabada al buril,
Blanca como nieve hecha de marfil.
Es la fortaleza/ en que el Rey David
Pendientes tenía/ escudos a mil...”
Anónimo de 1840. Torre de David.
Don Alejandro escribió la partitura para el Carro de 1890;
la música para cantar los versos dedicados a “San
Sebastián” en su onomástica del 20 de enero
y las estrofas que se cantaban a “Santa Catalina de Alejandría”,
también en aquella ermita homónima de la capital
palmera, y «Amor Eterno», que se interpreta aún
en la actualidad en los recorridos procesionales de Semana Santa.
También realizó varias composiciones de carácter
popular, que tomaban auge principalmente en las fiestas de Carnaval.
“Quisiera tener del ángel
el acento de ternura,
la dulzura
de aquella salutación:
que inundó ¡Virgen María!
de alegría
tu precioso corazón.
Quisiera que mi voz fuese como el eco de un gorgeo,
cual deseo
tan sólo para cantar:
la sacrosanta memoria
de tu gloria,
postrado al pie del altar.
Pues la tímida avecilla,
la de argentina garganta,
cuando canta
de la mañana al albor:
es cuan ángel mensajero,
placentero,
misterioso trovador…”
Arpegios, 1885. Eduardo de Arévalo.
No había olvidado la escuela de los grandes músicos
italianos cuando escribió su preciada obra. “Nuestro
artista pudo tener defectos de armonía y composición,
pero superó tales debilidades con la profunda sensibilidad
que exhalan sus sublimes melodías”. Falleció el
28 de agosto de 1895.
“Devoción
que pintada en sus semblantes
presagiaba las gracias y finezas
con que el cielo sus votos protegía
en premio de su fiel correspondencia,
permitiendo bajase a nuestro pueblo
la que es Madre de Dios y Madre nuestra,
como nube fecunda y prodigiosa
que esparce el bien y ahuyenta la miseria.
Como tesoro inmenso de la Nieve
Con que el Eterno su poder ostenta...”
Anónimo de 1830.
Sería más tarde cuando otro destacado músico
palmero, don Elías Santos Rodríguez (1888-1966),
autor de las partituras de tres “Carros Alegóricos
y Triunfales”, orquestaría de nuevo la Loa en 1925; “lo
hizo por estar concebida en forma elemental para pocos instrumentos”.
También don Manuel Henríquez nos explicaba que “la
loa está instrumentada para una orquesta reducida: flauta,
violines, viola, cello y piano o armonio. En este siglo, Elías
Santos Rodríguez la completó con otros instrumentos
de metal y madera. Una introducción orquestal da la entrada
del coro mixto a tres voces, terminado el cual se cantan las dos
arias por los ángeles extremos, seguidas del dúo,
con intervención del ángel central y concluye con
un concertante o apoteosis, con solistas y coros”. Continúa
informándonos de que “la armonización es sencilla
dado el modesto bagaje técnico del autor, pero la composición
posee altísimo nivel de inspiración. La línea
melódica, italianizante, es de elegante factura, dulce,
perfecta en su simplicidad, y sin concesiones al virtuosismo local.
Destacan la etérea bondad de las arias y la espiritualidad
del concertante. Y diríase, sin duda que las sombras tutelares
de Bellini y Donizetti se ciernen sobre ella”.
“El sol de junio
desdobla su manteleta dorada
que cuelga en los blancos picos de las montañas más
altas.
Un tenue rumor de brisa sueña en la mañana clara.
El aroma de la cumbre viene a volcarse en la playa.
Plenitud de mediodía. La Virgen Morena baja
Desde su ermita del monte al corazón de La Palma.
Una sola voz se escucha. Todo es fervor de plegarias
Que rompe el ronco estampido del castillo y de la barca.
«
Rosas de pólvora negra», azucenas desplegadas,
gritos de mando que suenan como una canción innata,
que se estrellan en los ojos de Asieta morena y guapa.
Una calle tortuosa. Multitud abigarrada.
Más flores en el trayecto. La Virgen llega a su casa.
Todos los santos le ponen su linda cara de Pascua, y
María de las Nieves entra de lleno en La Palma”.
El Hecho, 1935. Félix Poggio Lorenzo.
El escenario para la emotiva y esperada representación
se levantaba originalmente en la Plaza de la Constitución,
hoy Plaza de España, al pie de la monumental torre negra
de El Salvador. Escribía Alberto José en Ecos del
Santuario: “El entarimado se ornamentó con cortinajes
y ramas de falla, adorno muy en boga en tiempos pasados. Más
tarde la escenificación se trasladó al sitio donde
está ubicada la fuente de la mencionada plaza. Entonces
se construyó un nuevo templete; se aprovecharon seis columnas
que habían pertenecido al antiguo retablo de estilo barroco
de la capilla mayor de El Salvador. Con las cuatro columnas mayores,
con capiteles jónicos, formaron la parte inferior, colocando
entre ambas tres paneles en los que el pintor madrileño
Ubaldo Bordanova Moreno pintó tres ángeles; en la
parte superior se utilizaron las otras dos columnas más
pequeñas, con capiteles corintios, y sostenían un
frontispicio que remataba la obra con un óvalo donde aparecía
una pintura alusiva a la Bajada de La Virgen”.
“Palma gloriosa cuya
dicha alcanza
que sean tus ojos verdes de esperanza
con la Nieve sagrada
de aljófar y perlas esmaltada.
Albricias, pues, divina,
Del cielo ya desciende peregrina,
Viniendo a remediar todos tus males,
Sacra Nieve en arroyos celestiales...”
Anónimo de 1810.
Sin lugar a dudas, la llegada de la venerada imagen al atrio
de la Parroquia Matriz de El Salvador, es uno de los momentos
más sencillamente emotivos y tradicionales de las fiestas
de la Bajada de la Virgen de Las Nieves. Así es como nos
describe Henríquez Pérez esos momentos previos: “la
Virgen entra, lenta, dificultosamente en la Plaza, rompiendo,
destrozando incruenta, amorosamente, la muralla humana de cuerpos
y almas y corazones que esperan, anhelantes e impacientes, a
la Reina del Monte”.
“… Hoy, Tú,
Virgen de las Nieves,
Estrella de los Mares,
después de presenciar el Diálogo
entre el Castillo y la Nave,
en tu sillón de viaje
y que precisamente estrenas,
te abres paso en medio
de esa enfervorizada multitud, que
jubilosamente te aclama
para llegar a la Plaza de España
donde unas jovencitas
clásicamente ataviadas
desde una bella tribuna,
te dan la bienvenida
cantándote la Loa.
Esa Loa que data desde 1880,
para luego penetrar en el templo
donde ya colocada en el Altar Mayor,
parece reinar un silencio
que es interrumpido por el coro
y que yo diría que,
desde las alturas han descendido
los querubes y los ángeles,
para cantar sus glorias
a la que del Cielo y de la Tierra
es Reina y Señora.
Reina, Reina y Soberana”.
A Ntra. Sra de las Nieves, en sus Fiestas Lustrales María de los Dolores Cabrera, 1975.
La fabulosa urna de oro asciende majestuosamente los once escalones
de la elegante escalinata de la que va a ser su residencia accidental
hasta el 5 de agosto, onomástica de la Virgen y día
de su Subida al Santuario. Conmovedor instante en el que los aplausos
de la muchedumbre se unen al repique solemne de las campanas, a
los tambores y cornetas, a las bandas de música, al estruendo
de los cohetes y cañonazos del Castillo… a la “alegría
melancólica del recuerdo y los ojos se nublan con el cristal
borroso y trémulo de las lágrimas que afloran. Pasan,
en desfile cinematográfico, por la imaginación, momentos,
seres queridos, paisajes y muchas cosas que un día fueron,
estuvieron aquí, en el día más grande, religiosamente
hablando, de Santa Cruz de La Palma”. Se hace el silencio.
Acuden las lágrimas, los recuerdos, las nostalgias, las
oraciones... Las campanas, los “voladores”, la música,
los vítores y aplausos… hasta las palomas callan...: “la
Virgen escucha la loa”.
“Coro
Para cantar las glorias / de la inmortal María,
dejando en este día / el firmamento azul,
de la celeste altura/ descienden los querubes
rompiendo de las nubes/ el transparente tul.
Aria voz primera
Purísima María/
a quien los serafines
En templo sin confines/ te dan su adoración.
Aria voz segunda
De misteriosas nieves,/ estrella hermosa y pura
Qué espléndida fulgura/ en la palmés región.
Dúo
Recibe de este pueblo/en
su cariño inmenso,
Cual perfumado incienso/ la fe del corazón.
Concertante
Á ngel 1
¡Sacro templo!
Á ngel 2
¡ Tabor misterioso!
Coro y Ángel
1
¡Entreabre tus
puertas!
Id. Id. 2
¡Tu roca sea altar!
Ángel 1
Que María…
Á ngel 2
Que al ampo precioso…
¡ Va a cruzar tus umbrales!
Coro y Ángel
2
¡Va tu cumbre
a nevar!
Coro final (todos)
¡Oh, Virgen Sacrosanta!
Sobre la grey cristiana
Tu gracia soberana
Ven pura constante egida
De la risueña Palma,
Que con fervor en su alma
¡ Te eleva eterno altar!
(estrenada en 1880 y representada hasta hoy) Antonio Rodríguez
López
Santos Pinto decía que “para aquellas personas que
la cantaron o la oyeron en distintas fiestas lustrales, es evocadora
y hace despertar los más hondos sentimientos de un tiempo
pasado. Como alguien dijo, «quien la oyó no la pudo
jamás olvidar»
“Ciudad Palmense,
mirad que a su solio se retira
la que, en candores nevados, da a los corazones vida.
Monte, tus dichas celebra, pues ya buelve a su campiña
La Diana de vuestras cumbres, Nieve que gracias distila.
Llorad, llorad esta ausencia, que es la fuerza en tal despedida
Viertan raudales los ojos si queda el alma sentida
Y en su partida,
La Ciudad, triste, llore
Y el monte Ría…”
Loa 2ª para Despedida, 1815. Anónimo
BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ GARCÍA,Alberto-José.«La
Loa Mariana», Ecos del Santuario, Santa Cruz de La Palma,
julio-agosto de 1980. HENRÍQUEZ PÉREZ, Manuel. «Un aspecto de la ‘Bajada
de la Virgen’: la ‘Loa’ Mariana», Programa
Oficial de la Bajada de la Virgen, 1990, Patronato de la Bajada,
Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 1990.
- «La Loa», Programa Oficial de la Bajada de la Virgen,
1995. Excmo. Patronato de la Bajada, Madrid, 1995. SANTOS PINTO, Elías.«La Loa». Archivo General
de La Palma. Colección FSFC.
«
Catálogo», Exposición Conmemorativa del primer
centenario de la muerte de Aurelio Carmona y Antonio Rodríguez
López, Excmo. Cabildo Insular de La Palma, Junio de 2001. PÉREZ MORERA, Jesús.Ángeles y Arcángeles.
Cinco siglos de Arte en La Palma, Exposición en la Casa
Massieu Van Dalle, Los Llanos de Aridane, del 10 al 8 de abril
de 1995, Excmo Cabildo Insular de La Palma. PÉREZ MORERA, José Juan. «Una loa del siglo
dieciocho para la Bajada de la Virgen», Edición Especial
de la Bajada de la Virgen de 1980, Achamán, [Asociación
Juvenil Achamán], Junio-Agosto de 1980, nº 1 CABRERA, María de los Dolores.A Ntra. Sra. de Las Nieves,
en sus Fiestas Lustrales, La Laguna, 13 de julio de 1975. SANTOS PINTO, Elías. La
Loa, [manuscrito.1980], Archivo General de La Palma/ Colección
FSFC. DUARTE, Félix. La
Palma y sus Fiestas Lustrales: ¡Aquí la
Reina Eres Tú!. [manuscrito, 1985], Archivo General de La
Palma/Colección FSFC. ABDÓ PÉREZ, Antonio; REY BRITO, Pilar; PÉREZ
MORERA, Jesús. Descripción verdadera de los solemnes
cultos y célebres funciones que la mui noble y leal Ciudad
de Sta Cruz en la Ysla del Señor San Miguel de La Palma
consagró a María Santísima de Las Nieves en
su vaxada a dicha ciudad en el quinquenio de este año de
1765. Escuela Municipal de Teatro, Excmo. Ayuntamiento de Santa
Cruz de La Palma, 1989. PÉREZ GARCIA, Jaime. Descripción
de todo lo que pasó en
la Bajada de Nieves en La Palma año de 1815, Cabildo de
La Palma, Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, 1997.