ERMITA DE LA VIRGEN
DEL CARMEN. SANTA CRUZ DE LA PALMA
José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, junio 2008
Esta remota y hermosa ermita está ubicada en
el Barranco capitalino de Maldonado. Hasta hace pocos años
se hallaba en medio de un marco natural intacto. Lamentablemente
el progreso -así de entendido- destrozó este bello
entorno para comunicar con túneles el acceso norte a la ciudad.
El pequeño oratorio fue fundado entre 1725 y 1730 por el presbítero
don Antonio Salazar y Carmona, venerable Vicario de esta isla. Era
mandatario del Dr. don Isidoro José Ferrera y Arteaga de la
Guerra (1701-1776), médico y beneficiado de El Salvador. Se
erigió la ermita como oratorio anexo a su hacienda de viñas
y árboles frutales que poseía en el margen derecho
de aquel barranco. Así consta en la escritura que pasó por
el escribano público don Andrés de Huerta Perdomo,
el 26 de agosto de 1777, y en virtud de la autorización del
Nuncio Papal. Esta disposición eclesiástica disponía
que fuera erigido el oratorio con total separación de su casa
habitación y con puerta al camino real.
Literalmente se puede leer el siguiente fragmento de una de las
cláusulas del testamento del presbítero Salazar Carmona,
y que fue otorgado el 26 de septiembre de 1803: “Iten una
hacienda con huerto de tierra de pan sembra de viña y arboles
con sus obras de vivienda y una ermita dentro de ella con el título
de Nuestra Señora del Carmen y en las dichas obras y ermita
diferentes muebles propios míos…”
Precisamente es en 1777 cuando pasó a ser ermita pública,
dependiente del Real Santuario de Nuestra Señora de Las
Nieves, después de la preceptiva autorización del
Obispo Fray Juan Bautista Cervera. Así consta en los archivos
parroquiales del Santuario, donde también la promesa de
don Antonio Salazar de una dotación a la ermita para su
adorno, aseo y mantenimiento, con la fundación de dos misas
y para lo que “gravaba la hacienda”. Fue finalmente
bendecida el 27 de agosto de ese año, actuando en la ceremonia
el Doctor don Francisco Ignacio Fierro y Torres, Prebendado de
la Santa Iglesia Catedral de Canaria, Abogado de los Reales Consejos,
Licenciado en Sagrada Teología, Examinador Sinodal y Consultor
del Santo Tribunal de la Inquisición. Más tarde,
en 1779, se construiría la sacristía de la que carecía.
En la escritura de dotación del templo, consta la celebración
anual de una misa en la festividad del Carmen y otra el día
de la Conversión de San Agustín, advocaciones de
los dos únicos retablos. Ambas imágenes son atribuidas
al prestigioso artista palmero Juan Manuel de Silva Vizcaíno
(1687-1751), “maestro del arte de pintar y de escultura”
A fin de instaurar y avivar el fervor al Santo Escapulario de
Nuestra Señora del Carmen, se instituyó una cofradía
en 1789. Esta devoción ha seguido hasta nuestros días.
Prueba de ello es la gran cantidad de fieles que acuden a las novenas
y procesiones de la Virgen durante el mes de julio de todos los
años. Una profunda veneración es la que goza esta
pequeña imagen no sólo entre los habitantes de la
capital palmera sino de otros puntos de la isla. No importa la
edad ni el cansancio para cumplir una promesa y cargar sus andas
de baldaquino alrededor de la ermita y durante el itinerario tradicional
de la procesión, sobre todo en el día de la onomástica
de la Virgen, el 16 de julio, tras la bendición de los escapularios.
Nuevamente encontramos en esta pequeña pero bella imagen
de la Virgen del Carmen - al igual que sucede con otros muchos
ejemplos en varios templos de esta ciudad- una serie de rasgos
que acusan la influencia flamenca, hasta tal punto que en algunas
ocasiones se les ha atribuido este origen. Presenta una cara redondeada
y una barbilla prominente, cejas finas y arqueadas, ojos semiabiertos
y de mirada perdida, etc. Nos recuerda a la talla de Santa Rita
de Casia de la iglesia de Santo Domingo, la Santa Margarita de
Cortona de la Venerable Orden Tercera Franciscana, o la Virgen
de la Luz en la ermita de San Telmo, etc. En las Vírgenes
de esta etapa nos encontramos con un tipo iconográfico inspirado
en la “Mujer del Apocalipsis”. Unas imágenes
que son nimbadas por un sol de rayos y una luna colocada a sus
plantas, atributos éstos siempre presentes: “¡Qué hermoso
globo de luzes el sol, presidente del día! ¡qué vistosa
la luna, substituta de su luz! Es María Santísima
dichosa perla, luna, sol, aurora…”
Posee todos los elementos característicos de las ermitas
y aún de las iglesias mayores, a pesar de sus reducidas
dimensiones. La mayoría de estas piezas han sido realizadas
en cálidas maderas: capilla mayor, sacristía, arco
toral, púlpito – pintado con las invocaciones de la
Letanía Lauretana -, coro, espadaña con dos campanas
y balconcito exterior sobre la entrada principal, plaza murada
y almenada a su alrededor. En sus proximidades, adosadas a las
pareces rocosas del barranco, se ubica la antigua casa de romeros,
muy frecuentada antiguamente durante las festividades.
La hornacina de la Virgen, en el altar mayor, de tipo manierista,
corresponde al primer cuarto del siglo XVIII y, por tanto, al primitivo
oratorio. Nos recuerda al retablo de Nuestra Señora del
Rosario del convento de Santo Domingo de la capital palmera, en
pequeño, y tiene elementos similares a los altares gemelos
de los pies de la parroquia norteña de San Andrés,
fechados entre 1679-1681.
A ambos lados del retablo mayor y sobre las pequeñas y
estilizadas puertas de la sacristía, pintadas por ángeles
que portan flores y filacterias con la Antífona de las segundas
vísperas de la fiesta del Carmen, se encuentra un grupo
de seis ángeles músicos en relieve sobre nubes blancas,
de tosco tallado y popular. Nos recuerdan a aquellos que se sitúan
en torno a La Virgen de Las Nieves en su magnífica hornacina
a quienes parecen imitar. Los de esta ermita del Carmen, como recuerda
el profesor Jesús Pérez Morera, “tocan cordófonos
(guitarra, laúd y violín), corneta y chirimía”.
En el interior del pequeño templo, es posible apreciar
elementos de diversas épocas y procedencias- en las tallas
y motivos decorativos del púlpito y retablos – posiblemente
reaprovechados, anteriores incluso a la propia fundación
de la ermita.
El otro retablo, en el lado de la Epístola, está dedicado
a la Conversión de San Agustín, que representa la
escena en la que el Santo, mientras meditaba en un huerto bajo
una higuera, oyó una voz que le decía: “Tolle,
lege” –“Toma, lee”. Abriendo la Biblia
al azar, su lectura le llevó a abandonar la vida disoluta
y a revestirse de Cristo.
Este peculiar altar está rematado por uno de los motivos
predilectos del retablo palmero, una gran concha, que está sostenida
por mascarones, muy parecidos a los que ostenta la tribuna de los
Arce y Rojas (1677) de la desaparecida ermita de San Francisco
Javier en la antigua Calle Real del Puerto de Santa Cruz de La
Palma. Ésta se encuentra actualmente custodiada en la Sociedad
La Cosmológica de esta ciudad.
Una de las imágenes que se encuentran en la pequeña
iglesia es, tal vez, la mejor pieza, confeccionada en madera de
viñátigo. Se trata de Santa Teresa de Jesús.
Es una pequeña y delicada talla que se cree hecha por algún
imaginero local palmero, como Domingo Carmona o algún miembro
de la prestigiosa familia de los Silva.
BIBLIOGRAFÍA:
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José.“Ermita
de Nuestra Señora del Carmen". Diario de Avisos, (30
y 31 de enero y 2 de febrero de 1974) . HERNÁNDEZ PÉREZ, María Victoria.La Isla de
La Palma. Las Fiestas y Tradiciones. LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista.Noticias para la Historia
de La Palma. PÉREZ MORERA, Jesús.Magna Palmensis. Retrato de
una Ciudad.
– idem. Silva. Bernardo Manuel de Silva.