EL
CORPUS CHRISTI EN SANTA CRUZ DE LA PALMA
UNA ANTIGUA FESTIVIDAD
José Guillermo Rodríguez Escudero
Santa Cruz de la Palma, mayo 2008
Las noticias más antiguas que se tienen
sobre esta fiesta litúrgica- instituida por el Papa
Urbano IV en 1264 para “adorar, venerar, glorificar,
amar y abrazar” este Sacramento-, en la “Villa
del Apurón”, se hallan custodiadas en el magnífico
archivo parroquial de El Salvador de la capital palmera. Tanto
en el primer libro de Mandatos como en el de la Hermandad del
Santísimo, juntamente con varias fundaciones instituidas
por las primitivas familias palmenses, se comprueba que este
culto a Su Divina Majestad (S.D.M.) se inició por los
primeros pobladores inmediatamente después de la Conquista
de la Isla (1493).
En los Mandatos del Obispo
de Canarias Diego de Dehesa y Tello, que tuvieron efecto
el 19 de agosto de 1558, se contiene
en una de sus cláusulas, en relación con la
festividad del Corpus, lo siguiente: “mando que el
día del corpus Xpi a la puerta de la yglesia se haga
un theatro donde se ponga el sanctissimo sacramento con toda
la decencia y hornato posible y en las gradas esten los clérigos
y religiosos y allí se hagan las representaciones
danças y regocijos y no quisiendolo hacer allí vayan
ensu procession sin esperar amas so pena descomunión”.
Se trata del dato documental más antiguo que el historiador
palmero Alberto-José Fernández García
ha encontrado sobre la representación teatral en nuestra
isla: “la festividad del Corpus Christi fue el móvil
para dar principio al teatro en La Palma”.
El escrito pétreo
que se encuentra en el segundo cuerpo de la torre de la Iglesia
Matriz de El Salvador, sobre la ventana de la sacristía,
perpetúa la memoria de aquel prelado. Fue esculpido con
motivo de la pretensión que tenía el Deán
y Cabildo Catedralicio de obtener los granos de los diezmos, a
lo que se opuso la ciudad.
Estas mismas disposiciones
del Obispo Dehesa fueron continuadas por el Arcediano de la
Catedral de Canaria, Don Juan
Salvago el 15 de agosto de 1574, añadiendo que, antes
que dieran comienzo las comedias y las danzas, fueran examinadas
por el Vicario “… y si hubiese alguna cosa deshonesta
no consientan se haga…”. La censura sobre este tipo
de representaciones que “se acostumbran hacer en la yglesia
en los dias del corpus Xpi y de navidad y pascua de Resurecction
y otras festividades…donde suelen haber cossas indecentes” se
recrudeció con los Mandatos del Obispo Fernando de Rueda
del 5 de julio de 1584: “mando qe de aquí adelante
el vicario no de lugar ni consienta que se hagan las dhas representaciones
sin que primero se traigan ante el asi la obra principal como
los entremeses y vistas por el con un teologo si hubiese qeemendar
o quitar se quite y enmiende”.
Más tarde, siendo Obispo Fernando Suárez de
Figueroa desde 1590 a 1596, se prohibieron las comedias dentro
del templo, orden que salpicó a todas las ermitas e
iglesias de la Isla. Si el mandato no se cumplía, una
pena de veinte ducados recaía sobre el Vicario o Beneficiados
para las obras eclesiásticas.
Su sucesor, Francisco Martínez Ceniceros, que ocupó la
Silla Episcopal entre 1597 a 1607, continuó prohibiendo
estas manifestaciones intramuros, sin embargo sí permitió que
se hicieran en el atrio y plazas de las iglesias, después
de haber pasado por la censura del Vicario u otra persona docta
por si existiera algún elemento indigno, “para el
buen ejemplo y costumbre de los fieles”.
Este Obispo dispuso cómo
hacer la procesión del Corpus Christi en aquellos
años. Al ser ésta la más solemne de
las procesiones de las dedicadas al Santísimo Sacramento, “ordenaba
que la iglesia se adornara con mucha magnificencia, que los
gastos fueran pagados por la Fábrica Parroquial en
el caso de que el Cabildo secular de la ciudad no lo hiciera
por su cuenta del dinero que por licencia de S. M. el Rey
tenían estipulado para gastar en esa fiesta”.
Así mismo, manifestaba que la Cofradía del Santísimo
adquiriera todo lo necesario para contribuir a la solemnidad de
tan fausto día, consistente en “sedas, tafetanes,
brocados y otros enseres, lo que estaría obligado a facilitar
a la iglesia”. La Cofradía y Esclavitud del Santísimo
existía desde los primeros años por los primeros
pobladores de la isla, como consta en los primeros Mandatos que
datan del siglo XVI. Inicialmente, esta Confraternidad no contaba
con la aprobación eclesiástica. Tendría que
llegar el 26 de mayo de 1632 para que las constituciones se sometieran
al visto bueno del Obispo Cristóbal de la Cámara
y Murga. Este prelado firmó el auto de aprobación
el 28 de julio del mismo año.
La Hermandad contribuía
fervorosamente a la majestuosidad y esplendor de las festividades
del Santísimo, tanto en Corpus Christi como en la
Pascua de Resurrección. A su cargo corría la
celebración de la Octava, si bien en sus orígenes,
los gastos eran sufragados por la Fábrica Parroquial.
En dichos Mandatos se ordenaba la procesión de la siguiente
forma: primero los pendones de todos los oficios, “atendiendo
a su antigüedad y costumbre”. Luego iban los tronos
con algunos santos, las cruces procesionales de los conventos e
iglesias de la ciudad, siendo la última la de El Salvador,
que era acompañada por un subdiácono.
Este acompañamiento de imágenes aparece referido
en el Libro de los acaecimientos propios de la Jurisdicción,
del Archivo de la Parroquia Matriz. Así se consigna que
el 6 de junio de 1776, estando en la calle la litúrgica
procesión, empezó a llover, por lo que fue “preciso
entrar al Santísimo en la iglesia bajo el palio que lo cubrió rápidamente
y poner a los santos que hacían su acompañamiento
en los soportales del Cabildo” (hoy Ayuntamiento).
Seguían los religiosos de los conventos observando un estricto
orden de antigüedad. La festividad de este día en los
conventos dominicos y franciscanos se celebraba desde antiguo en
la dominica infraoctava de Corpus. Tenía cada uno de ellos
estipulado distintas horas para los cultos con objeto de que no
coincidieran los actos.
Venía el Santísimo, cuyas
magníficas andas eran portadas por cuatro clérigos,
ordenando hacer “cuatro cojines de raso y cuatro horquillas
para los descansos”.
Este Obispo ordenó la confección
de las preciosas andas procesionales, que costaron 11.825 reales “de
buena moneda”, con cuatro pilares dorados y hechas de “madera
liviana” y cubiertas en su parte superior con tela de oro.
Esta labor fue encargada al Maestre de Campo General de las Milicias
de La Palma, Francisco Díaz Pimienta, ilustre marino que
participó en la Batalla de Lepanto. El mismo prelado lo
nombró Hermano Mayor de la Esclavitud del Santísimo
el 16 de octubre de 1603.
Seguía al trono “un mozo de coro que portaba
el misal para cantar las oraciones durante estos descansos
que se hacían en la calle”. A continuación
el Cabildo de la Isla, que tenía el cometido de ordenar
esta procesión - que se llevaba a cabo por la mañana-,
con varios alguaciles.
Siguiendo con la pormenorizada
descripción que nos
hace Alberto-José, “en el centro de la Plaza se
levantaba un escenario donde tenía lugar la representación
del auto sacramental”. Un altar efímero donde
era colocado el trono con S.D.M., lleno de velas encendidas,
adornado con profusión y candelabros de plata. A ambos
lados del templete se situaban las tarimas con asientos para
los clérigos y autoridades y aquellas personas invitadas.
Estas tribunas tenían que tener la misma altura, calidad
y adorno “porque assi conviene ala reverencia de santo
sacramento y no es raçon qe delante del ni en otra parte
los seglares tengan mas prehemiente lugar y asiento que los
ministros de dios…”
Después de estas representaciones, la Sagrada Forma quedaba
expuesta durante todo el día para la adoración de
los fieles, hasta que, llegada la tarde, se hacía intramuros
otra procesión con el mismo orden. En la Octava sucedía
lo mismo, por la mañana y por la tarde, dentro del templo.
La fabricación de la magnífica custodia procesional
de plata repujada- de 162 cms de altura- que hoy admiramos se inició en
1651, fecha en la que se concluyó el primero de los cuatro
cuerpos siguiendo un modelo piramidal, alejado de los de forma
de templete usados en las iglesias canarias. Fue finalizada entre
1666 y 1667 por el afamado orfebre palmero Pedro Leonardo de Escovar
de la Santa Cruz, Hermano de la Esclavitud. De sus techos cuelgan
campanitas de plata. Como remate, una estatuilla femenina coronada
portando un cáliz y hostia en la mano derecha y cruz con
banderola en la izquierda. Del techo del segundo cuerpo cuelga
un incensario de plata bellamente decorado. Vino a sustituir otra
antigua que” era grande de dieciocho pilares con campanillas”,
construida hacia 1664.
BIBLIOGRAFÍA:
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. «Festividad
del Corpus Christi en Santa Cruz de la Palma». Diario de
Avisos, (3 de mayo de 1967).
HERNÁNDEZ PERERA, Jesús. Orfebrería
en Canarias, Madrid, 1955.
HERNÁNDEZ, Gloria. La Iglesia de El Salvador de Santa Cruz
de La Palma, Madrid, 1985.
LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia
de La Palma, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, t. I y II, 1975
y 1997.
RODRIGUEZ ESCUDERO, José Guillermo. «El
Palio de El Salvador», La Voz de La Palma, nº 190, (del
24 de octubre al 6 de noviembre de 2003).
- Idem. «Las Custodias de El Salvador», El Dia/La Prensa,
(12 de junio de 2004)